Enquistado entre
nuestras más profundas y enraizadas prácticas comerciales está el acostumbrado
hábito de pedir, negociar y otorgar la ñapa, como una manifestación más de
nuestra particular forma de concebir e implementar el mercadeo a la colombiana
que muchos se resisten a aceptar por más que las evidencias los dejen sin voz.
Esta ancestral forma de preparar, entregar y recibir tan auténticas prácticas
comerciales se enmarca en el conjunto de características que nos tipifican y
que por supuesto nos ha diferenciado en el mundo entero, particularmente en
buena parte de los países de América Latina.
Su historia
seguramente debe haberse iniciado muchos años atrás, habiendo llegado para
quedarse, al menos en los más tradicionales mercados donde su uso cotidiano ha
obligado su práctica en cada tienda, en cada carnicería, en cada esquina, en
cada caseta, en cada almacén, en cada panadería, en cada expendio de huevos, en
cada plaza de mercado; en fin, en cada rincón donde se encuentre un comprador
que busca obtener las mayores ventajas posibles de la ñapa y un vendedor quien
pretende ceder lo menos posible.
Aunque para
algunos la práctica de la ñapa puede ser una muestra más de la coyuntura
económica que nos ha acorralado recientemente, sería absurdo intentar
desconocer el peso que ella tuvo entre nuestros abuelos, la importancia que el
vendaje (aunque se utilice más en las panaderías) ha tenido desde nuestra más
tierna infancia, y la influencia que tendrá la rebajita que sin distingo de
clase todos solicitamos cada día. Sería obtuso pretender desconocer esa
frecuente característica de nuestros términos de negociación estrechamente ligados a nuestra historia, a
nuestro ancestro profundamente mestizo, africano, europeo. En este sentido,
podría decirse sin lugar a equívocos que aquel quien no haya pedido el “encime”, la “rebajita” o el “vendaje”,
o no es auténticamente colombiano o acaba de aterrizar de alguna extraña
galaxia, porque es innegable que este enraizado mecanismo de transacción
nacional hace parte del enorme inventario de nuestras características que como
cultura nos ha distinguido a lo largo y ancho de la geografía mundial.
Como hemos de
imaginar, esta conducta profundamente enquistada en nuestro espíritu colombiano
tiene sustanciales y significativas influencias en el modo cotidiano que
tenemos de planear e implementar el mercadeo con ribetes de innegable
idiosincrasia autóctona y generacional tanto para la organización como para
quienes intercambian beneficios con ella.
Para el
empresario quien, a sabiendas de esta inveterada costumbre que tenemos los
consumidores colombianos de exigir la ñapa, debe elevar el monto de sus tarifas
y sus precios más allá de los límites dictaminados por los costos involucrados
y sus profundos deseos de obtener determinado margen de ganancia, pensando
siempre en el producto adicional que debe agregar en cada transacción que
realice con sus segmentos de mercado. Para los empleados de estas
organizaciones quienes deben aprender a calcular el impacto que la ñapa tiene
en el logro de los objetivos de sus patrones. Para los consumidores quienes por
no dejarse “tumbar”, buscan obtener
el máximo provecho a costa de lo que sea, no importa si para ello han de
aparecer haciendo el “oso” pidiendo
siempre esa porción adicional de producto para sentirse contento y satisfecho
porque ha recibido una atención especial y personalizada. Para el mercado
porque la ñapa se ha convertido en algunos casos en un elemento diferenciador
para quienes la reciben con agrado buscándola casi con desespero hasta
convertirse en una obligación ineludible. Para cualquier competidor
internacional quien, al entrar a sustituir estos clásicos mecanismos de
intercambio comercial, ha de fijarse en los beneficios que de la ñapa se
derivan para todos los involucrados.
En definitiva, y
sin importar la óptica desde de donde se le mire, la ñapa es algo de lo que
difícilmente nos vamos a poder sacudir muy a pesar de los frenéticos e
impredecibles avances que a partir de la presencia de internet hemos vivido
recientemente en nuestra economía nacional. Incluso, ni siquiera en las grandes
superficies que han estado inundando el mercado de ventas al detal será posible
“olvidarse” de ella y no porque entre
ellos se practique, sino porque al intentar sustituir los canales tradicionales
de distribución habrán de considerar el impacto que la ñapa tiene en la mente
de consumidores, compradores y clientes.
En fin, ella, la
ñapa, casi como agazapada detrás de cada intercambio de beneficio mutuo
establecido entre los más tradicionales agentes del mercado, se nos ha venido
colando de manera silenciosa y cada día se hace más notoria e inevitable, sobre
todo en aquellos segmentos de la población donde el peso de las dificultades
económicas se siente con más fuerza. No se puede negar, la práctica de la ñapa
es parte indisoluble de nuestro muy especial estilo de sacar provecho de cada
situación y momento en los que nos vemos abocados a transar un producto no
importa el mercado del que se trate.
ALFILER: Es asombroso que
se le siga dando tanta credibilidad a las encuestas electorales cuando éstas
han fracasado tanto en los últimos años. Sin duda, detrás de ellas, no solo hay
múltiples intereses políticos y económicos, sino una probada evidencia que éstas
no pueden proyectar el futuro comportamiento de los electores. Es un tema de
fondo aunque no se quiera reconocer.
http://dontamalio.com/columnistas/dagoberto-p-ramo-morales/la-apa
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Excelente post profe, gracias por compartir sus conocimientos y experiencias del mercadeo en Colombia. Los refritos americanos y europeos no tienen la misma aplicación en nuestro contexto
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