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LA ÑAPA. Dagoberto Páramo Morales


Enquistado entre nuestras más profundas y enraizadas prácticas comerciales está el acostumbrado hábito de pedir, negociar y otorgar la ñapa, como una manifestación más de nuestra particular forma de concebir e implementar el mercadeo a la colombiana que muchos se resisten a aceptar por más que las evidencias los dejen sin voz. Esta ancestral forma de preparar, entregar y recibir tan auténticas prácticas comerciales se enmarca en el conjunto de características que nos tipifican y que por supuesto nos ha diferenciado en el mundo entero, particularmente en buena parte de los países de América Latina.
Su historia seguramente debe haberse iniciado muchos años atrás, habiendo llegado para quedarse, al menos en los más tradicionales mercados donde su uso cotidiano ha obligado su práctica en cada tienda, en cada carnicería, en cada esquina, en cada caseta, en cada almacén, en cada panadería, en cada expendio de huevos, en cada plaza de mercado; en fin, en cada rincón donde se encuentre un comprador que busca obtener las mayores ventajas posibles de la ñapa y un vendedor quien pretende ceder lo menos posible.
Aunque para algunos la práctica de la ñapa puede ser una muestra más de la coyuntura económica que nos ha acorralado recientemente, sería absurdo intentar desconocer el peso que ella tuvo entre nuestros abuelos, la importancia que el vendaje (aunque se utilice más en las panaderías) ha tenido desde nuestra más tierna infancia, y la influencia que tendrá la rebajita que sin distingo de clase todos solicitamos cada día. Sería obtuso pretender desconocer esa frecuente característica de nuestros términos de negociación  estrechamente ligados a nuestra historia, a nuestro ancestro profundamente mestizo, africano, europeo. En este sentido, podría decirse sin lugar a equívocos que aquel quien no haya pedido el “encime”, la “rebajita” o el “vendaje”, o no es auténticamente colombiano o acaba de aterrizar de alguna extraña galaxia, porque es innegable que este enraizado mecanismo de transacción nacional hace parte del enorme inventario de nuestras características que como cultura nos ha distinguido a lo largo y ancho de la geografía mundial.
Como hemos de imaginar, esta conducta profundamente enquistada en nuestro espíritu colombiano tiene sustanciales y significativas influencias en el modo cotidiano que tenemos de planear e implementar el mercadeo con ribetes de innegable idiosincrasia autóctona y generacional tanto para la organización como para quienes intercambian beneficios con ella.
Para el empresario quien, a sabiendas de esta inveterada costumbre que tenemos los consumidores colombianos de exigir la ñapa, debe elevar el monto de sus tarifas y sus precios más allá de los límites dictaminados por los costos involucrados y sus profundos deseos de obtener determinado margen de ganancia, pensando siempre en el producto adicional que debe agregar en cada transacción que realice con sus segmentos de mercado. Para los empleados de estas organizaciones quienes deben aprender a calcular el impacto que la ñapa tiene en el logro de los objetivos de sus patrones. Para los consumidores quienes por no dejarse “tumbar”, buscan obtener el máximo provecho a costa de lo que sea, no importa si para ello han de aparecer haciendo el “oso” pidiendo siempre esa porción adicional de producto para sentirse contento y satisfecho porque ha recibido una atención especial y personalizada. Para el mercado porque la ñapa se ha convertido en algunos casos en un elemento diferenciador para quienes la reciben con agrado buscándola casi con desespero hasta convertirse en una obligación ineludible. Para cualquier competidor internacional quien, al entrar a sustituir estos clásicos mecanismos de intercambio comercial, ha de fijarse en los beneficios que de la ñapa se derivan para todos los involucrados.
En definitiva, y sin importar la óptica desde de donde se le mire, la ñapa es algo de lo que difícilmente nos vamos a poder sacudir muy a pesar de los frenéticos e impredecibles avances que a partir de la presencia de internet hemos vivido recientemente en nuestra economía nacional. Incluso, ni siquiera en las grandes superficies que han estado inundando el mercado de ventas al detal será posible “olvidarse” de ella y no porque entre ellos se practique, sino porque al intentar sustituir los canales tradicionales de distribución habrán de considerar el impacto que la ñapa tiene en la mente de consumidores, compradores y clientes.
En fin, ella, la ñapa, casi como agazapada detrás de cada intercambio de beneficio mutuo establecido entre los más tradicionales agentes del mercado, se nos ha venido colando de manera silenciosa y cada día se hace más notoria e inevitable, sobre todo en aquellos segmentos de la población donde el peso de las dificultades económicas se siente con más fuerza. No se puede negar, la práctica de la ñapa es parte indisoluble de nuestro muy especial estilo de sacar provecho de cada situación y momento en los que nos vemos abocados a transar un producto no importa el mercado del que se trate.

ALFILER: Es asombroso que se le siga dando tanta credibilidad a las encuestas electorales cuando éstas han fracasado tanto en los últimos años. Sin duda, detrás de ellas, no solo hay múltiples intereses políticos y económicos, sino una probada evidencia que éstas no pueden proyectar el futuro comportamiento de los electores. Es un tema de fondo aunque no se quiera reconocer.

http://dontamalio.com/columnistas/dagoberto-p-ramo-morales/la-apa

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Comentarios

  1. Excelente post profe, gracias por compartir sus conocimientos y experiencias del mercadeo en Colombia. Los refritos americanos y europeos no tienen la misma aplicación en nuestro contexto

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