Indigna, por decir lo menos, la actitud asumida por algunos políticos colombianos –y algunos de sus seguidores- frente a la cultura y a algunas de sus manifestaciones ancestrales que como parte de nuestra inmensa diversidad cultural nos caracteriza. Por la razón que sea, es incomprensible lo que nos está sucediendo con estos personajes que sin mayor mérito han llegado a los altos puestos del Estado y desde allí se creen poseedores de la verdad, abrogándose el derecho de despreciar lo que somos, lo que hemos sido y lo que seremos por mucho tiempo más.
Por más respetuoso y tolerante que se quiera ser, es difícil contenerse ante tamaña aberración expresada por el congresista del Centro Democrático, Carlos Felipe Mejía. Si no es fácil dimensionar el profundo desconocimiento de lo que es la cultura y lo que ella significa en la vida cotidiana de sus integrantes, –como lo exhibe este personaje público-, peor es pensar que lo hace por un obtuso dogmatismo político que galopa por sus venas y lo deja fuera de lugar.
Atreverse a cuestionar el contenido temático de las carrozas en el Carnaval de Pasto tan solo porque, según su criterio, “es lamentable que un desfile típico… lo hayan convertido en una muestra de odio y de calumnias contra un gobierno”es como querer tumbar la luna a pedrada limpia. Tratar de evitar que la creatividad y la inventiva que han lucido los artesanos a través de la historia de esta fiesta popular se manifieste en verdaderas piezas artísticas, no es más que una manifestación de su ceguera intelectual o de su cerrazón politiquera. Su desconocimiento de la historia más que patético, es vergonzoso.
¿Entenderá este “representante popular” que al ser la cultura “la programación colectiva de la mente que se transmite de una generación a otra y que sirve para distinguir un grupo humano de otro”, no hay juicios de valor con los que desde fuera sea posible evaluar su grado de conveniencia personal?
¿Tendrá la capacidad de comprender que el conjunto de comportamientos y artefactos que asumen los miembros de una cultura se sustentan sobre los valores y las creencias prevalecientes y éstos a su vez, se apoyan en el mundo culturalmente constituido donde se localizan los más profundos supuestos de vida de determinado grupo humano?
¿Dimensionará que desde la perspectiva antropológica los códigos de una cultura sirven no solo para cohesionar a sus miembros, conducir sus vidas, y evaluar sus conductas, sino para diferenciarse de los otros grupos humanos con los que, incluso, comparte un mismo espacio territorial?
¿Comprenderá que lo peor que le puede pasar a alguien que posa de “sabiondo” es hacer evaluaciones culturales desde fuera de la cultura en cuestión, y, lo peor, con criterios politiqueros que en nada contribuyen a dimensionar cada una de sus ancestrales manifestaciones?
¿Será tanta su miopía política que su “criterio” está dominado por un sesgo político con el que, como en un olimpo divino, quiere trazar el sendero del pensamiento de los demás tan solo por haber sido elegido para un cargo de elección popular?
¿O será esa soberbia que producen cinco minutos de poder la que obnubila el razonamiento y la lógica social de alguien que dice representar los intereses de sus electores?
Sean cual sean las respuestas que pueda entregar el senador Mejía, hay un hecho incontrovertible: no tiene ni idea de lo que es la cultura, sus rasgos, sus elementos, sus manifestaciones, pero sobre todo, desconoce el peso que ella tiene en la interacción humana tejida alrededor de sus postulados y de sus códigos prevalecientes. O tal vez, sí lo sabe, pero es tan fuerte su sesgo politiquero que es capaz de pasar por encima de la lógica antropológica para expresar posiciones ideológicas que rompen con las más común de las posturas intelectuales: la cultura es lo que es… no lo que quieran algunos políticos de profesión.
ALFILER: Parece mentira lo que se lee en los argumentos dados por los representantes del gobierno actual frente a los esfuerzos de coartar la libertad de expresión por parte de Juan Pablo Bieri. ¿Qué más necesitarán estos señores para aceptar las incontrovertibles evidencias? Las palabras del exgerente de RTVC dadas a conocer en los últimos días desnudan la postura que tiene este “periodista” en relación con quienes piensan diferente y expresan sus posturas respecto a lo que sucede en el manejo de la televisión pública. ¿Con qué moral son capaces de criticar entonces a otros gobiernos a los que juzgan sin tener prueba alguna? ¡Qué cosas!
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