Para quienes hemos visto y disfrutado hasta la saciedad el espectáculo de Andrés López en sus diferentes versiones –copia pirata, copia legal y en vivo-, debemos sentirnos identificados con una o varias de las generaciones que de manera magistral desfilan ante nuestros ojos. Su calidad es indiscutible y por eso cada vez que se presenta en algún escenario del país, las entradas se agotan como por arte de magia.
Con sus gestos, sus expresiones, sus imitaciones y sobre todo con los increíbles sonidos que su garganta produce a fin de burlarse de madres, padres, abuelos, tíos, tías, amigos y conocidos, logra que su audiencia desfile por el infinito mundo de sus recuerdos más escondidos. De esta manera, este comediante “rolo” –como el mismo se autodefine- ha sido capaz de montar este “stand up comedy”para entretenernos durante casi tres horas y, con ello, hacernos olvidar la dura cotidianidad que implacable nos rodea en medio de los inmensos problemas que nos sacuden diariamente.
Sin embargo, y a pesar de la gran popularidad de la que goza esta especie de “carcajada ambulante”que se desplaza por todo el país –como los antiguos circos-, es poco probable que esta deliciosa pieza de humor y desenfreno haya sido objeto de un análisis académico serio y riguroso, desde las diferentes disciplinas sociales y humanas. Los grandes aportes que ella hace como una agradable fuente de información sobre nuestra colombianidad, pueden haberse extraviado en mitad de los incontenibles ataques de risa que nos ahogan en cada función. El valor antropológico y sociológico que se desprende de la acertada caracterización que el comediante hace de las generaciones de colombianos que se entrecruzan casi sin darnos cuenta, no ha sido considerado en su justa dimensión. Tal vez, su misma novedad nos ha imposibilitado abrir nuestras mentes para visualizar aspectos que metidos entre chascarrillos, mofas y burlas no se dejan apreciar con facilidad pero que, seguramente, nos ayudarían a comprender ese “melting pot” (olla revuelta) cultural que recorre nuestras venas.
Y si ello es verdad en términos de las reconocidas ciencias sociales y humanas, lo es más aún para el marketing que ha estado refundido entre modelos extranjerizantes alejados de nuestra propia realidad. Todo ello debido en parte a la estrechez de la mecánica visión técnica que predomina en la mayor parte de las escuelas y los profesores de mercadeo del país. Por supuesto, que detrás se esconde un cierto temor por revelarnos a nosotros mismos en las particularidades culturales que nos caracterizan, y que le dan vida a nuestra humana condición de seres consumidores.
Por ello, posiblemente, seguimos de manera desconcertante despreciando el suculento aporte que esta heterodoxa fuente de información trae consigo para comprender consumidores, conquistar compradores y sobre todo, conservar clientes. Nos negamos, sistemáticamente, a buscar y encontrar contundentes indicios del comportamiento que asumimos frente a la inmensa diversidad de productos que se nos ofrecen con atrayentes marcas que pretenden cautivarnos. Pareciera que no quisiéramos entender que detrás de esta fiel representación de las familias colombianas asomadas a través de las carcajadas que nos invaden, se ocultan elementos básicos de información para encontrar aquellos satisfactores que cada generación de colombianos demanda en su diario vivir. Como si con cerrar los ojos ante la insoslayable evidencia, pudiéramos negar que la tradición y los patrones culturales se nos salen por los poros, dándonos señales sobre lo que para cada colombiano es importante, desde nuestros propios deseos de consumo.
Y todo esto es debido, muy seguramente, a la falta de comprensión que tenemos del antropológico significado que tiene el marketing y sus implicaciones en la vida de las sociedades en la que desarrolla toda su potencialidad. La invitación entonces es que sigamos disfrutando “La pelota de letras” hasta que nuestro cuerpo aguante, pero sin dejar de lado el enorme valor que como pieza de información tiene para una mejor aplicación de los postulados que mundialmente han caracterizado al marketing.
ALFILER: Pocas veces se había visto a la clase política y a varios periodistas (algunos son más políticos que periodistas) tan preocupados por la posibilidad que un candidato “anti-establecimiento” llegue a la presidencia de Colombia. Un claro síntoma del miedo que los tiene tan asustados, son las condenables alianzas que entre ellos han hecho. De un mismo bando se han acomodado personajes que en otrora no podían “ni verse”, hasta aquellos que siempre han sido “amigos”. Es increible, cómo se han unido rapidito y sin mayores complicaciones programáticas: ¡Qué importan los principios y la altura moral! Solo les interesa seguirse protegiendo y, por supuesto, continuar pelechando del Estado: algunos claramente identificados como corruptos y otros con múltiples asesinatos a cuestas. ¡Qué cosas las que nos pasan! Seremos tan “esquizofrénicos” (como nos llamó Pepe Mujica) para reelegir a tan desprestigiada clase política nacional. Ojalá alcancemos a reaccionar a tiempo.
Instagram: dagobertoparamo
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