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EL MES DE LA MADRE. Dagoberto Páramo Morales



Tal como y como se ha venido pregonando desde esta columna, la concepción y práctica del marketing tiene un indiscutible carácter contextual. Sus aciertos estratégicos y operativos dependen, exclusivamente, de la realidad de mercado que caracteriza a una cultura dada, a un segmento de mercado específico y sobre todo en un momento histórico determinado. Una empresa exitosa es la que ha aprendido a apoyar sus decisiones escuchando la voz del mercado, siguiendo sus tendencias y particulares manifestaciones culturales. Las verdades detectadas en un lado del mundo, del país o incluso, dentro de una misma región, son las que indican el rumbo a seguir, el programa a ejecutar que puede ser completamente diferente a las acciones impulsadas en otras latitudes.
Es en este marco en el que se inscribe la celebración de tantos días “especiales” que desde la sociedad colombiana han emergido como de obligatoria conmemoración y que el marketing ha aprendido a explotar. Madres, padres, secretarias, contadores públicos, niños, maestros, ingenieros, abogados, entre otros, cada vez han ganado mayor espacio en nuestra sensibilidad humana y mercantil. Se destaca entre ellos, el día de la madre, convertido ahora en el mes de la madre, pasándose de una jornada de 24 horas en la que la mayor parte de los “mejores hijos” se expresaban a través de regalos y presentes asociados al tradicional rol que la sociedad les había asignado a ellas, a un periodo de 30 días durante los cuales existen mayores alternativas de demostrar nuestros “profundos afectos” con diferentes regalos, claro está.
El marketing, apoyado en ese indestructible vínculo afectivo y moral que hemos aprendido a respetar desde muy niños hacia ese ser querido que nos trajo al mundo y nos enseñó las primeras líneas de la vida, ha comprendido el significado social que guardamos hacia esos profundos valores familiares que orgullosamente profesamos.
Es ello lo que explica que el día de la madre haya adquirido connotaciones sociales impredecibles por nuestros ancestros y que nuestros sentimientos filiales se hayan asociado directamente con el tipo de regalos que tenemos que dar so pena de no ser mirados con buenos ojos por los miembros de nuestro más cercano círculo de familiares y amigos.
Regalos y detalles que han venido cambiando en la medida en la que la sociedad ha venido imponiendo distintas obligaciones. Mientras en el pasado se obsequiaban productos relacionados con la clásica función materna de salvaguarda de la familia, ahora son aquellos productos de mayor impacto social lo que se han vuelto práctica cotidiana. Se acostumbraba a darles ollas, vajillas, utensilios de cocina, lavadoras, licuadoras y todos aquellos productos que parecían estar dirigidos a perpetuar su situación de madres y amas de casa y poco o nada a su condición de mujeres y seres humanos. Hoy, y dada la cada vez mayor vinculación de las madres al círculo económico al que le han impregnado toda su vitalidad, la naturaleza de los obsequios ha cambiado. Viajes, flores, finos lapiceros, collares, joyas, manillas y collares de plata y oro y toda una gama de refinados productos de gran visibilidad social se han venido imponiendo en ciertos círculos sociales. 
Y por supuesto que el marketing ha tomado ventaja de estas manifestaciones culturales propias de esta nuestra realidad social que tanto nos abarca el alma y la mirada.

ALFILER: Lo que hay que ver en la política colombiana asombraría al más despistado e ingenuo de los mortales. Es increible cómo los “principios” se negocian como una bartatija al mejor postor. Atrás quedaron aquellos tiempos en los que los partidos y movimientos políticos se diferenciaban por sus plataformas programáticas y sus propuestas de solución a los ingentes problemas padecidos por la sociedad colombiana. Hoy solo quedan las componentas y los acuerdos burocráticos de rampante clientelismo. Poco importan los ideales y los principios defendidos en otrora con tal de acceder a la torta de la repartición del presupuesto nacional. Las volteretas están a la orden del día. Quienes fueron “enemigos” en el pasado ahora son los más cercanos compinches y todo por el “bien del pais”. No sería mejor que reconocieran que sus “principios” son tan solo una mercancía que se negocia como en una subasta del más bajo nivel imaginable. ¡Qué cosas las que nos pasan!


Instagram: dagobertoparamo


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