Tal como y como se ha venido pregonando desde esta columna, la
concepción y práctica del marketing tiene un indiscutible carácter contextual.
Sus aciertos estratégicos y operativos dependen, exclusivamente, de la realidad
de mercado que caracteriza a una cultura dada, a un segmento de mercado
específico y sobre todo en un momento histórico determinado. Una empresa
exitosa es la que ha aprendido a apoyar sus decisiones escuchando la voz del
mercado, siguiendo sus tendencias y particulares manifestaciones culturales.
Las verdades detectadas en un lado del mundo, del país o incluso, dentro de una
misma región, son las que indican el rumbo a seguir, el programa a ejecutar que
puede ser completamente diferente a las acciones impulsadas en otras latitudes.
Es en este marco en el que se inscribe la celebración de tantos días “especiales” que desde la sociedad
colombiana han emergido como de obligatoria conmemoración y que el marketing ha
aprendido a explotar. Madres, padres, secretarias, contadores públicos, niños,
maestros, ingenieros, abogados, entre otros, cada vez han ganado mayor espacio
en nuestra sensibilidad humana y mercantil. Se destaca entre ellos, el día de
la madre, convertido ahora en el mes de la madre, pasándose de una jornada de
24 horas en la que la mayor parte de los “mejores
hijos” se expresaban a través de regalos y presentes asociados al
tradicional rol que la sociedad les había asignado a ellas, a un periodo de 30
días durante los cuales existen mayores alternativas de demostrar nuestros “profundos afectos” con diferentes
regalos, claro está.
El marketing, apoyado en ese indestructible vínculo afectivo y moral que
hemos aprendido a respetar desde muy niños hacia ese ser querido que nos trajo
al mundo y nos enseñó las primeras líneas de la vida, ha comprendido el
significado social que guardamos hacia esos profundos valores familiares que
orgullosamente profesamos.
Es ello lo que explica que el día de la madre haya adquirido
connotaciones sociales impredecibles por nuestros ancestros y que nuestros
sentimientos filiales se hayan asociado directamente con el tipo de regalos que
tenemos que dar so pena de no ser mirados con buenos ojos por los miembros de
nuestro más cercano círculo de familiares y amigos.
Regalos y detalles que han venido cambiando en la medida en la que la
sociedad ha venido imponiendo distintas obligaciones. Mientras en el pasado se
obsequiaban productos relacionados con la clásica función materna de
salvaguarda de la familia, ahora son aquellos productos de mayor impacto social
lo que se han vuelto práctica cotidiana. Se acostumbraba a darles ollas,
vajillas, utensilios de cocina, lavadoras, licuadoras y todos aquellos
productos que parecían estar dirigidos a perpetuar su situación de madres y
amas de casa y poco o nada a su condición de mujeres y seres humanos. Hoy, y
dada la cada vez mayor vinculación de las madres al círculo económico al que le
han impregnado toda su vitalidad, la naturaleza de los obsequios ha cambiado.
Viajes, flores, finos lapiceros, collares, joyas, manillas y collares de plata
y oro y toda una gama de refinados productos de gran visibilidad social se han
venido imponiendo en ciertos círculos sociales.
Y por supuesto que el marketing ha tomado ventaja de estas manifestaciones
culturales propias de esta nuestra realidad social que tanto nos abarca el alma
y la mirada.
ALFILER:
Lo que hay que ver en la política colombiana asombraría al más despistado e
ingenuo de los mortales. Es increible cómo los “principios” se negocian como
una bartatija al mejor postor. Atrás quedaron aquellos tiempos en los que los
partidos y movimientos políticos se diferenciaban por sus plataformas
programáticas y sus propuestas de solución a los ingentes problemas padecidos
por la sociedad colombiana. Hoy solo quedan las componentas y los acuerdos
burocráticos de rampante clientelismo. Poco importan los ideales y los
principios defendidos en otrora con tal de acceder a la torta de la repartición
del presupuesto nacional. Las volteretas están a la orden del día. Quienes
fueron “enemigos” en el pasado ahora son los más cercanos compinches y todo por
el “bien del pais”. No sería mejor que reconocieran que sus “principios” son
tan solo una mercancía que se negocia como en una subasta del más bajo nivel
imaginable. ¡Qué cosas las que nos pasan!
Instagram:
dagobertoparamo
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