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TIENDAS TRADICIONALES Vs. SUPERMERCADOS. Dagoberto Páramo Morales


El mercado colombiano de las ventas al detal sigue en una particular ebullición cuyas consecuencias futuras pocos especialistas serios se atreven a pronosticar. El debate, aunque poco abordado con rigurosidad y profundidad académicas, ha venido enfrentando a quienes atosigados por la modernidad preconizan con vehemencia la “inevitable” presencia de las denominadas grandes superficies y a quienes apegados a la tradición defienden a las tiendas como el canal de distribución más cercano a la población.
De uno y otro lado existen evidencias que no se pueden soslayar por cuenta de insulsas teorías que en nada se ajustan a nuestra propia realidad, aunque ello no impide hacer algunas reflexiones y análisis. Por un lado, es innegable la creciente presencia de construcciones que superan los diez mil metros cuadrados de espacio de exhibición que han convocado a parte de la población. La inversión nacional e internacional se ha traducido en modernos y funcionales centros comerciales que deslumbran a propios y a extraños. El impacto visual de las grandes vitrinas ha llevado a que algunas personas recorran y deleiten estos espacios comerciales en busca de novedosos bienes y servicios que les satisfagan así sea solo por cuenta de su propia curiosidad. A través de estos monumentos del consumo se han conocido y consumido –por ciertos estratos- marcas de renombre internacional. Estas “catedrales del consumo” han sido convertidas en algunos casos en sitios de esparcimiento y vida social, donde cada cierto tiempo sus visitantes se encuentran entre amigos y conocidos.
Tampoco es menos cierto, por otro lado, que a pesar de los negros nubarrones que a principios de la década de los años noventa se cernían respecto a la supervivencia de las tiendas de barrio, éstas se mantienen en mejores condiciones de lo que muchos imaginaron. Si bien es cierto durante los primeros años de apertura el impacto económico y social sobre las tiendas fue bastante fuerte, hoy la dinámica del mercado las ha mantenido. Más que percibirse una clara tendencia a su desaparición son pocos los que se atreverían a asegurarlo sin temor a equivocarse en materia grave. El canal T a T (tienda a tienda) ha ganado un gran espacio comercial. Muchas de las grandes empresas han aprendido a miniaturizar la presentación de sus productos a fin de atender las capas de la población menos favorecidas. Incluso algunas empresas de servicios están pensando en hacer sus recaudos a través de ellas. Desde lo social, su peso es innegable. Su presencia en la vida comunal y barrial es conocida por todos. En muchos casos, es una suerte de club social donde amigos y familiares se reúnen para departir y contarse sus cuitas.
Ante esta compleja realidad se imponen algunas reflexiones sobre las nuevas inversiones que se siguen realizando en los grandes almacenes tanto en las principales ciudades como en las intermedias: ¿Qué tanto los consumidores están dispuestos a dejar sus ancestrales sitios de compra para desplazar su consumo permanente a estas inmensas moles de cemento? ¿Los consumidores tradicionales se acostumbrarán al impersonal trato que reciben en los grandes supermercados? ¿Soportarán que se le exijan tantos requisitos para obtener crédito alguno cuando en las tiendas solo les fían porque confían en su palabra? ¿Dejarán de pedir la “rebajita”? ¿No volverán a exigir la ñapa?  ¿Realmente este mercado está creciendo al ritmo que algunos aseguran sin evidencia alguna? ¿O lo que sucede más bien es que la participación de mercados se está redistribuyendo en términos reales? ¿Los estudios de mercado realizados han abordado los rituales de compra?, ¿Los aspectos culturales han sido considerados? ¿Estas multimillonarias inversiones se están haciendo sobre la base de los grandes agregados macroeconómicos que siguen dando cabida a miles y miles de metros cuadrados de construcción? ¿Se habrán tenido en cuenta los verdaderos niveles de ingresos discrecionales que tiene la mayor parte de la población colombiana?
Ojalá que algunos de estos y otros cuestionamientos pudieran llegar a los escritorios de los grandes inversionistas antes de seguirse aventurando por las escabrosas aguas de un mercado cada vez más complejo e incomprendido. Con ello podríamos evitar que se continúe creyendo ciegamente en cifras que por obedecer a grandes promedios estadísticos no dejan ver el verdadero fenómeno de consumo en Colombia, cuyas características únicas e irrepetibles, contradicen las tendencias de otras latitudes donde las grandes superficies arrasaron con las tiendas tradicionales. La historia de las tiendas tradicionales nos dan pistas de su trascendencia en la vida nacional y en consecuencia de su conservación en los próximos años. No han sido pocos los ataques que ha recibido desde diferentes orillas económicas, políticas y empresariales. Y ellas siguen ahí.

ALFILER: Ojala que muchos de los políticos que desesperados buscan votos en las próximas elecciones presidenciales, sean capaces de asumir las responsabilidades que conlleva el usar el miedo como “argumento” para vencer a los contricantes. Ojalá que tengan el valor civil de asumir lo que pueda venir después de los inmediatos comicios electorales. La historia de nuestros interminables conflictos armados muestra que su surgimiento ha estado precedido de intensas campañas basadas en el miedo como “motivador” del voto. Soñamos con que los debates que se avecinan estén llenas de contenidos y no de ataques y descalificaciones de los adversarios. Pero sobre todo, soñamos que los colombianos votemos por las ideas que cada uno de ellos exponga, y no tan solo por el miedo que uno u otro candidato enarbole como eje central de su propia campaña.

Instagram: dagobertoparamo


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