Al
igual que las festividades populares celebradas en buena parte del país donde
la alegría y la parranda convergen como excusa para dar rienda suelta al goce y
a la diversión, la Semana Santa es una de las más esperadas a lo largo y ancho
del país y de las de mayor impacto en el sentimiento nacional. En ella, aunque
con enormes diferencias con aquelllos procesos espirituales de recogimiento y
reflexión cristianas que les correspondió vivir a nuestros abuelos y
antecesores, aún se desarrollan significativos esfuerzos para acercarse a Dios
con innegables síntomas de arrepentimiento y sano espíritu de contrición que
nos llene de tranquilidad y paz celestial.
Por fortuna, todavía pueden verse las iglesias, sobre todo las católicas, llenas de fieles cumpliendo los rituales que desde la tradición se han impuesto como una clara manifestación de ese mundo espiritual que se espera pueda mantenerse ojalá por siempre en medio de nuestras conciencias ciudadanas.
Por fortuna, todavía pueden verse las iglesias, sobre todo las católicas, llenas de fieles cumpliendo los rituales que desde la tradición se han impuesto como una clara manifestación de ese mundo espiritual que se espera pueda mantenerse ojalá por siempre en medio de nuestras conciencias ciudadanas.
En
mitad de los rezos y plegarias elevadas para la solución de los complejos
problemas que aquejan a las sociedades contemporáneas, las personas
aprovechamos esta “Semana Mayor” de
distintas maneras. Mientras unas se dedican a obtener aquellos ingresos con los
cuales puedan seguir dando su batalla terrenal por cuidarse a sí mismos, a sus
hijos, a sus hermanos, a sus familiares más cercanos, y a sus ancianos, otros
toman ventaja de su propia situación para viajar, hacer turismo y visitar a
familiares y amigos.
Así,
puede verse a las salidas de estos templos sagrados una romería de personas
quienes en su rebusque, como la más efectiva estrategia nacional contra el
desempleo, hacen sus mejores esfuerzos para vender cuanto tipo de bienes y
servicios se les ocurre pueden servir para satisfacer las necesidades y los
deseos de quienes acuden a cumplir con sus sagrados compromisos espirituales.
Se
expenden desde bebidas y alimentos dirigidos a saciar la sed y el hambre hasta
todo tipo de productos asociados con los rituales que se desarrollan durante
estos días sagrados. Además de los tradicionales productos alimenticios que son
expendidos en este tipo de aglomeraciones sociales, se destaca por ejemplo la
gran cantidad y variedad de productos típicos de cada región que se venden por
doquier con la exquisitez que les imprimen aquellos colombianos que nos
deleitan con su experiencia y cuidado gastronómico.
De
igual manera pueden verse niños, mujeres y hombres vendiendo ramos para el
Domingo de inicio de la Semana Santa; jóvenes ofreciendo escapularios con
cristos, medallas y figuras religiosas; velas, velones y cirios pascuales para
alumbrar santos y vírgenes; biblias ahora al alcance de todos por la modernidad
de sus diferentes traducciones; novenarios donde se estampan las oraciones que
deben repetirse durante cierto número de veces para alcanzar los favores
divinos; camándulas diseñadas para que cada vez sea más fácil rezar rosarios y
repetir las clásicas oraciones que todos desde muy niños aprendimos en el seno
de nuestros hogares; películas presentadas en estrenos nacionales y hasta
mundiales donde se nos muestran por enésima vez los pasajes bíblicos y el
calvario sufrido por Cristo que todos sentimos con arrepentimiento y dolor; y
hasta palpitantes sermones cada vez más matizados por la sensibilidad social
que nos cubre el sentimiento y el afecto por los demás.
En
contraste con estos momentos de efervescencia espiritual y religiosa, una parte
considerable de los colombianos se dedican a recorrer carreteras y autopistas
en busca del mar, la brisa, las olas, las playas, los monumentos históricos,
los museos, las fincas campestres. De esta forma, sus propietarios y
administradores sacan a relucir sus más excitantes argumentos para atraer
turistas, paseantes, curiosos, nacionales y extranjeros, quienes nos visitan en
medio del fervor religioso que nos acompaña.
La
Semana Santa, se ha convertido así en una de las 52 semanas del año donde
converge todo tipo de productos entre los cuales se ha construido, se construye
y seguramente se seguirá construyendo nuestra nacionalidad. Una particular
forma de combinar lo mundano con lo religioso, lo secular con lo sagrado y lo
terrenal con lo divino.
ALFILER:
Es inmedible el daño que están haciendo las encuestadoras y sus patrocinadores
en el espíritu de los colombianos frente a las cruciales elecciones que se
avecinan y que se presume serán claves para nuestro inmediato futuro. La mayor
parte de estas empresas que han fracasado en sus más recientes vaticinios, han
venido desafiando los más elementales principios de la estadística contemporánea.
Su marcado interés por dar como ganador al candidato del Centro Democrático
(pasándolo de un 6% a un 45% de intención de voto en menos de tres meses) ha desnudado
el trasfondo político de sus “investigaciones” demeritando la importancia de
otras alternativas electorales. ¿Hasta cuándo se le pondrá límites a esta
vulgar manipulación que hacen estas encuestadoras de la opinión pública
nacional?
Instagram:
dagobertoparamo
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