A propósito del año electoral en el que ya andamos metidos por cuenta de
nuestro ordenamiento institucional, vale la pena echarle una mirada, así sea
rápida, a los tipos de mercados involucrados. Mercados hacia los cuales los
distintos candidatos y partidos o movimientos políticos debieran dedicar sus
esfuerzos en forma diferenciada de acuerdo con las características de cada uno
de ellos y en función de su particular forma de manifestarse. Es decir,
concebir e implementar una estrategia electoral que a pesar de contener una
base programática única, sea presentada en forma e intensidad diferenciadas y
en concordancia con lo requerido y demandado en cada uno de ellos.
Estos mercados que han sido reconocidos, estudiados, analizados y
atendidos en otros escenarios políticos del mundo son:
1) El mercado fiel
está compuesto por aquel grupo de personas que sin importar el programa o el
partido, están siempre con el candidato, pase lo que pase. Generalmente lo
constituyen los familiares más cercanos, los amigos, las brigadas que organizan
el proselitismo y los fanáticos de la imagen y el carisma. Entre ellos pesa más
la emoción que la razón y el contenido de los programas propuestos.
2) El mercado
seguidor lo conforman aquellas personas quienes por conocer la trayectoria
del candidato y sus ideas, son incondicionales, partidarios de sus
planteamientos. Entre ellos existe gente bastante tradicional y llena de
esperanzas en las condiciones personales del candidato. Poca atención le
prestan a su afiliación política e ideológica, incluso, ni siquiera a las
soluciones sugeridas. Hay también mucho más sentimiento que raciocinio.
3) El mercado
abstencionista está conformado por aquella gran masa de potenciales
electores quienes por una razón u otra no participan en los comicios. Algunos
de ellos, con una enorme desconfianza en el régimen y la clase política. Otros,
con grandes dosis de sectarismo ideológico y otros más, simplemente por falta
de interés en los asuntos relacionados con la cosa pública y su administración.
4) El mercado
indeciso está compuesto por una parte de la población llena de confusiones
e incertidumbre frente a las ofertas que se le hacen. Estos pobladores desean
tomar parte activa en la contienda pero no se deciden por ningún producto
electoral en particular, ya sea por
falta de información, o por no tener claridad intelectual para distinguir entre
una propuesta y otra.
5) El mercado
oscilante lo conforman electores quienes cambian de candidato, partido o
programa de una elección a otra por distintos motivos. Unos porque de forma
razonada analizan comparativamente las opciones disponibles y otros, porque se
dejan llevar por sus impulsos y afectos personales.
Ojalá que esta juiciosa y rigurosa estructura de los mercados electorales
sirva para que todos los interesados en llegar a los cargos de representación
popular conciban y ejecuten una estrategia de marketing con la cual le lleguen
a sus potenciales electores con propuestas que los persuadan, los conquisten
pero sobre todo los conserven para futuras competencias electorales.
Estrategias que requieren, como lo imponen los postulados universales
del marketing, ser concebidas e implementadas a partir de rigurosos y
sistemáticos esfuerzos por estudiar, analizar y comprender las realidades de
cada uno de ellos; lo cual requiere entereza y entrega no siempre a flor de
piel entre “conocedores” de estas
lides sociales. Actividades de marketing que exigen la dedicación de parte de
los recursos a poner en marcha sistemas de información de mercados electorales
que alimenten la campaña y funjan como referente obligado de cada programa, de
cada discurso, de cada acción, de cada campaña comunicacional. Esfuerzos que
demandan pacientes y exhaustivos diagnósticos elaborados a través del tiempo con
los cuales se rompa con la facilista idea de emitir mensajes comerciales a
través de los medios sin conocer con certeza, ni la audiencia a la que se le
está llegando, ni su verdadero impacto en el sufragio depositado en las urnas.
Es solo de esta manera como el marketing electoral puede apoyar
cualquier aspiración individual o de grupo. Con ello se evita la improvisación
y la coyuntural contratación de “expertos”
y “asesores” de imagen quienes, por
no dimensionar la realidad de cada mercado, solo contribuyen al gasto y al
derroche de recursos que en nada coadyuvan al logro de la meta propuesta. Solo
así es posible sostener una estrategia de largo plazo que garantice la
continuidad y en consecuencia contribuya al mejoramiento del bienestar ciudadano
como el fin más preciado que la política como disciplina social debe propugnar
en cada sociedad, en cada grupo humano.
ALFILER:
Es triste saber que los llamados a la cordura no hayan sido escuchados por los
múltiples agentes políticos en el escenario electoral colombiano. Los efectos
de manchar al adversario así sea con el tizne que producen las maderas quemadas
y de paso llevarse por delante la institucionalidad, empiezan a sentirse por
doquier. Los grados de intolerancia ya son insostenibles en un sistema que como
el nuestro ha sido clasificado como uno democrático. Lo más preocupante es que
ya no solo se trata de insultar al otro, sino de atentar contra su vida. Es
lamentable la carga de odio que nos hemos dejado incrustar en nuestra conciencia
colectiva. ¿Cuándo podremos aceptar que todos tenemos libertad de pensamiento y
de actuación y que los unanimismos solo nos ha llevado al fanatismo y al
radicalismo ideológico y político?
Instagram:
dagobertoparamo
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