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MARKETING ELECTORAL. Dagoberto Páramo Morales



Y ahora hasta los partidos políticos con sus no muy claramente diferenciadas “plataformas programáticas” también han intentado utilizar los conceptos del marketing para alcanzar sus objetivos electorales. Muchos de ellos han recurrido a “expertos” internacionales a quienes se les ha magnificado el verdadero impacto de sus conocimientos y experiencia, no siempre con halagadores resultados. Aún no se ha comprendido que el marketing no es una técnica y que por lo mismo las estrategias y tácticas utilizadas exitosamente en un mercado pueden ser un rotundo fracaso bajo condiciones socioeconómicas distintas, incluso similares. No se ha dimensionado aún que el marketing no obedece a la aplicación más o menos precisa de un cierto conjunto de técnicas amparadas bajo una teoría generalmente aceptada, sino que el marketing como proceso social, debe responder a unas condiciones contextuales e históricas específicamente determinadas.
En este sentido, debe entenderse que la concepción e implementación del marketing electoral –no el político (tema de una próxima columna)- debe estar dirigida por el objetivo fundamental de cada comicio electoral: ganar la contienda, alcanzar el escaño en una corporación pública, llegar a la primera magistratura a nivel nacional, departamental o municipal. Así, una campaña será exitosa sólo en la medida en la que se “ganen las elecciones”, a no ser que lo único pretendido por el partido o grupo político en contienda sea el de “contar” sus simpatizantes y nada más. 
Desde esta perspectiva, en Colombia la concepción y estructuración de una campaña electoral deben estar precedidas de un cuidadoso y detallado estudio del mercado de los potenciales votantes tanto desde su óptica histórica (recurriendo a las cifras de votaciones pasadas) como desde las preocupaciones coyunturales que los agobian. Esto significa, en otras palabras que conocer las características socioeconómicas de los potenciales votantes, sus historias y sus rasgos de personalidad, sus actuales condiciones de vida, las influencias que recibe en su comportamiento cotidiano, sus actitudes políticas medidas en términos de su temperamento político, sus preocupaciones, sus opiniones respecto a la problemática nacional, y su posición frente a candidatos y partidos políticos, debe ser el punto de partida de cualquier grupo, persona o movimiento político que pretenda lanzarse a la conquista de un mercado electoral colombiano tradicionalmente esquivo, desmoralizado y sobre todo bastante apático e incrédulo. 
De igual manera, estudiar los partidos, los grupos y los movimientos políticos competidores (partidos oficiales, movimientos sociales, indigenistas, religiosos), sus programas y los candidatos oponentes por ejemplo, debe ser un imperativo ineludible antes de buscar financiamientos para inaugurar “sedes políticas” que con bombos y platillos solo dilapidan esfuerzos y energías, o antes de establecer organizaciones electorales con comités y activistas profesionales que en nada contribuyen al objetivo principal.
Es, entonces, únicamente a partir de este preciso conocimiento del mercado electoral como es posible establecer no sólo las diferentes estrategias a utilizar para cada uno de los segmentos a persuadir (fieles, seguidores, indecisos, abstencionistas) sino, sobre todo, la forma, el momento y los medios de comunicación más eficientes para lograrlo. Practicar el marketing electoral significa, en síntesis, dejar a un lado aquellos discursos “veintejulieros” tan en otrora utilizados que ya a muy pocos incautos embaucan. Debe recurrirse al marketing como disciplina social que tan buenos dividendos ha dejado para quienes se han decidido a practicar sus más importantes y sencillos postulados. Hoy pesan más los simbolismos de partidos, candidatos y promesas que las racionalidades asociadas a lo que le conviene al país. Seguiremos profundizando sobre el tema.

ALFILER: En definitiva Colombia es un país único e irrepetible. ¿Desde cuándo reconocidos dirigentes y militantes de diferentes partidos políticos se convirtieron en candidatos cívicos y para posar de independientes se dedicaron a reunir firmas por todo el territorio nacional? Y lo peor de esta falsa postura política, es que todos ellos presentaron firmas que fueron invalidadas por múltiples razones. ¡Qué descaro! Querer engatusar a la gente mostrándose como seguidos por mucha gente, no solo es engañoso y falaz, sino que muestra su catadura corrupta o, al menos su falta de seriedad y rigurosidad ética y profesional.


Instagram: dagobertoparamo


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