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MERCADEO A LA COLOMBIANA. Dagoberto Páramo Morales


A pesar de la innegable importancia que ha venido adquiriendo el marketing muchas personas aún no han logrado comprender su verdadera esencia. El desprecio por las condiciones específicas que enmarcan y determinan el consumo como motor de nuestra sociedad ha conducido a que muchas empresas hayan cometidos inaceptables errores que se han traducido en sensibles pérdidas económicas y financieras.
Se ha “olvidado” que el marketing en Colombia solo tendrá mayor validez e impacto social cuando sea concebido y practicado como una expresión cultural en la que converjan valores, creencias, costumbres y tradiciones provenientes de nuestra historia y de nuestros ancestros más remotos.
Así, valdría la pena que entendiéramos o, por lo menos aceptáramos sin sonrojarnos, el pasado que recorre nuestras venas y nuestra propia idiosincrasia. Ojalá pudiéramos aceptar sin vergüenza alguna que somos el resultado de un multiculturalismo que nos viene desde la conformación de nuestra nacionalidad y que se remonta a nuestros propios orígenes mucho más complejos de lo que nuestros profesores y maestros nos contaron.
Infortunadamente todavía no hemos podido comprender a Colombia en su propia diversidad para desde allí concebir y aplicar el marketing de acuerdo con esa realidad que por compleja a veces parece extraña y distante. Por ejemplo, nos cuesta trabajo aceptar que nuestra nacionalidad ha estado signada por nuestros ancestros multiétnicos donde se cruzan nuestros orígenes europeos, africanos e indígenas con diferentes matices y tonalidades.
El mestizaje cultural nos ha marcado pues sus componentes no solo fueron diversos en su origen, sino mezclados de manera diferente. Habían tantas diferencias entre chibchas, muiscas, pijaos, quimbayas o guajiros, como entre los españoles que venían de distintas regiones de la península y con diversos ascendientes y sellos de clase.
De igual manera, no solo los africanos procedentes de las costas de África Occidental pertenecían a culturas disímiles como la mandinga, viáfra, lucumí, bantú, caravalí, entre otras, sino que los procedimientos esclavistas de aislarlos para evitar levantamientos y sublevaciones imposibilitaron la configuración de cualquier clase de homogeneidad entre ellos.
Es esta inobjetable realidad asociada a nuestro pasado la que explica la existencia de una serie de comportamientos y prácticas comerciales que vistas desde países y economías desarrolladas, podrían ser consideradas como atrasadas y en vías de extinción. Es desde allí desde donde nos viene la enorme diversidad cultural entre regiones que cada vez se hace más evidente y cuyo impacto sobre la concepción e implementación de un marketing aún no hemos dimensionado en su justa perspectiva.
Apoyados en esta histórica diferenciación de las distintas manifestaciones culturales que en Colombia se sienten por doquier, es que académicos y gerentes debemos potenciar nuestra energía vital para que desde el mercadeo podamos definir adecuados métodos y estrategias que permitan comprender consumidores y conquistar compradores, pero sobre todo, conservar clientes, en el marco de cada realidad regional, de cada segmento de mercado.
Solamente así podremos contemplar en su real extensión las infinitas expresiones comerciales que en la cotidianidad de los mercados en Colombia siguen manteniéndose vivas, muy a pesar de los enormes ataques que desde la contemporaneidad se les ha hecho tratando de imponerse a nuestras tradiciones, a nuestra propia historia.
Ante esta compleja realidad que se nos presenta tan diferente y diversificada, el mercadeo en Colombia será mucho más exitoso el día en el que seamos capaces de mirarnos a nosotros mismos desde nuestra propia realidad y en el marco de nuestras propias circunstancias para que desde allí podamos concebir e implementar un mercadeo que se corresponda con estos patrones culturales que nos diferencian y a la vez nos acercan como nación y como identidad.
Estos son los rasgos que deben caracterizar el mercadeo a la colombiana que ha comenzado a tomar forma a partir de muchos casos exitosos que ya se conocen en el país. Por allí debemos comenzar, desde nuestra propia forma de comprender la esencia de nuestros mercados y la capacidad que éstos tienen para reaccionar a las estrategias que coincidan con su propia y particular realidad. No nos dejemos deslumbrar por los espejos que desde el exterior nos llegan por montones, sigamos construyendo nuestro original “mercadeo a la colombiana” que algunos investigadores se han empeñado en desconocer a pesar de la tozudez y contundencia de las experiencias que a diario vivimos.

ALFILER: Y de nuevo se inicia la danza de las promesas electoreras y la rasgada de las vestiduras en la denodada lucha de los politiqueros de turno por la repartición del pastel burocrático y presupuestal al que tantas ganas le tienen desde diferentes orillas ideológicas. Es increible el cinismo con el que algunos quieren aparecer como los redentores del “pueblo colmbiano”, después de haber ostentado el poder por décadas. Inverosímil que después de siglos (de una generación a otra) aún se le siga creyendo a los mismos que han gobernado el país, habiendo postrado la felicidad de millones de colombianos que hoy siguen viviendo en el ostracismo en el que las clases políticas dirigentes los han tenido durante siglos.


Instagram: dagobertoparamo





· dparamo@uninorte.edu.co

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