Aunque no para todas, pero sí para la
mayoría de las empresas en Colombia, diciembre es el mes más esperado. Incluso
muchas de ellas, aguardan pacientemente durante todo el año la llegada de esta
época para ajustar sus cifras, alcanzar sus metas de ventas y de paso
equilibrar sus a veces malogradas finanzas.
Y todo por cuenta de esa antiquísima
tradición heredada de generaciones anteriores y que todos, de una manera u
otra, contribuimos a perpetuar. No se puede dudar. Diciembre es el mes en el
cual al amparo de nuestra ancestral usanza religiosa y espiritual, nuestros
corazones le abren paso a los sentimientos guardados en la trastienda de
nuestras almas. La alegría se sale por cada poro y la piel parece vibrar al
unísono de villancicos, tutaimas, panderetas, nochebuenas, cenas navideñas,
felices años, buenos augurios, actos de arrepentimiento, deseos de cambio,
promesas de una vida mejor, gestos de perdón. En fin, todo un volcán de afectos
y expresiones que brotan de una forma muchas veces desbordada y febril.
Todo apoyado por una particular forma de
sentirnos buenos y nobles pero sobre todo humanos y llenos de ganas de ser
distintos, de recuperar el tiempo perdido, de considerarnos tranquilos y
contentos. Y todo en un mes que todos reconocemos como el de la alegría y la
felicidad y que los colombianos hemos resumido en melodías que retumban en
nuestra conciencia social como aquella popular canción que todos repetimos en
cada encuentro familiar o de amistad: “llegó
diciembre con su alegría, mes de parranda y animación”.
Y por supuesto que diciembre también es
la época en la que el marketing aprovecha esta jugosa oportunidad que la
cultura le proporciona para poner en práctica buena parte de su gran potencial.
El marketing toma ventaja de ese largo historial decembrino que todos llevamos
dentro y que de cualquier manera todos practicamos aunque no tengamos los
recursos económicos suficientes. Así, el dar regalos a familiares, compañeros
de trabajo, o a amigos, por ejemplo, se ha transformado en una inevitable
obligación. Y el marketing, con esa orientación contextual que lo caracteriza
pone a prueba, cada año, buena parte de su casi enigmático poder.
Emergen de esta manera, toda suerte de
estrategias, programas y planes dirigidos a conquistar el bolsillo y los deseos
de los consumidores y para tratar de conservar clientes mucho más esquivos por
efecto de las atractivas ofertas que se le brindan por doquier. Es el momento
en el cual se lanzan nuevos productos con precios relativamente bajos y se
recurre de manera intensa a todo tipo de promociones.
Muchas de las acostumbradas prácticas
comerciales son radicalmente modificadas. Aparecen descuentos en días y
momentos especiales. Los establecimientos comerciales extienden sus jornadas
hasta altas horas de la noche e incluso hasta el otro día. Se ofrecen las más
insólitas promociones de descuentos en dinero o en porcentaje del precio
normal. Se hacen intensas campañas de comunicación en las que se asocian, de
forma simbólica, los sentimientos filiales y de afecto propios de esta época
decembrina con determinado producto, o con cierta marca. Se entregan productos
adicionales o complementarios por la compra de otros. Se organizan rifas y
premios especiales de gran atractivo como motos, automóviles, viajes de placer
dentro y fuera del país. Se organizan buzones donde depositar facturas o
recibos de compra para participar en algún tipo de concurso. Se rebajan los
materiales e implementos para el arreglo de casas y apartamentos. Se rematan
aquellos productos que pasada la temporada navideña solo sirven para el próximo
año.
En fin, todo un conjunto de imaginarias y
creativas decisiones de marketing dirigidas a explotar de manera clara y sin
tapujos esa particular animación que sentimos donde todo lo humano aflora sin
pena pero con una esperanza sin igual. Y todo al compás de una feliz navidad y
un próspero año nuevo como el que desde todos los rincones de nuestra vida nos
deseamos cada vez que el año calendario expira para darle paso al siguiente.
ALFILER:
Y ahora, ¿qué va a decir el tristemente célebre exalcalde de Ibagué Luis H.
Rodríguez a propósito de su captura por el desfalco de los “mejores Juegos Nacionales de la historia”
del país?. Ojalá que los procesos judiciales por los delitos de los que parece
ser responsable el exburgomaestre de nuestra “Capital Musical de Colombia” contribuyan a destapar las “ollas podridas” que rodearon este
decepcionante episodio de corrupción que tanto ha lastimado la imagen de
nuestra querida Ibagué.
http://dontamalio.com/columnistas/dagoberto-p-ramo-morales/marketing-decembrino
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dagobertoparamo
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