Valdría la
pena que como resultado de un esfuerzo conjunto entre la academia, el gobierno
y el mundo empresarial hiciésemos un alto para analizar las verdaderas
condiciones que se imponen en el mercado colombiano y a las cuales nos
deberíamos someter más por cuestiones sociales y humanas que por las
estrictamente económicas. Más allá de las teorías extranjeras y los principios
generalizantes adscritos a la tradicional concepción y práctica del marketing,
sería oportuno y justo considerar el impacto que éstas tienen en las
circunstancias particularmente limitantes como las que actualmente vivimos en
el país y tomar decisiones que aunque desinflen un poco las cuentas bancarias
empresariales y del tesoro público sirvan de empuje a unas capas poblacionales
que se ahogan en medio de sus enormes carencias.
Entender en este marco de realidades
al consumidor colombiano en la mitad de sus miedos, sus angustias y sus
preocupantes bajos niveles de salario que escasamente le alcanzan para
subsistir, sería una gran ayuda para una población que la reclama con ahínco y
necesidad suprema. Adaptarse a ello no sería solamente una condición para ser
exitosos en un mercado cada vez más competido, sino que podría coadyuvar a que
esos mismos consumidores, hoy débiles y sin capacidad económica, se conviertan
mañana en clientes leales, dispuestos a alcanzar parte de sus más caros anhelos
con el concurso de todos pero sobre todo con el de las empresas que se lo
posibiliten y el del Estado colombiano cuya indolencia es pasmosa e
incomprensible ante tan trágicas circunstancias que nos azotan sin pedirnos
permiso.
Tarea nada fácil dado que ello
conllevaría a rebobinar la acostumbrada programación que nos han cincelado
desde nuestros primeros días de vida. Sería, sin duda, darle un vuelco,
temporal eso sí, a las rancias teorías y modelos que han alumbrado el espíritu
capitalista de nuestra sociedad en los últimos años. Significaría, tal vez,
caminar en sentido contrario, a las tendencias economicistas que han dominado
los pasillos de las escuelas de negocios y los de las instituciones estatales y
que han carcomido nuestras mentes acostumbradas ya a mirar las cifras
inmediatas en índices y muestras inmediatistas.
En este sentido, se debería recurrir
a las estrategias de marketing (oficiales y privadas) que supediten el corto al
largo plazo convirtiéndolo no solamente en un acierto histórico por las
naturales implicaciones sociales que ello trae, sino que al hacerlo, se
lograrían abrir las puertas hacia una sociedad más justa y de mayor bienestar
social como la que los profesionales de marketing pretendemos promover a través
del efecto de las acciones empresariales que detrás de los escritorios
emprendemos.
Tendríamos que, es claro,
acostumbrarnos a mirar la reducción de las utilidades y los ingresos al tesoro
público de hoy como una inversión para mañana, lo cual seguramente no será bien
visto tanto por muchos fabricantes y distribuidores nacionales y extranjeros
operando en los mercados colombianos, como por unas instituciones estatales más
preocupadas por otros intereses, asociados a los asuntos cambiarios y
monetarios cuyos efectos realmente no se sienten. Menos lo será el hecho de
contraer temporalmente el tamaño de la voracidad despiadada y de los modelos de
desarrollo capitalista a ultranza donde los niveles de desempleo son tan
gigantescos que no se pueden tapar aunque algunos se esfuerzan por disfrazarlos
a través de unas cifras oficiales que poco comprendemos
A pesar de la insensibilidad que se
ha apoderado de nuestras almas, incluyendo las de nuestros más encumbrados
gobernantes, confiamos en que aún existen empresarios que mirando el futuro sean
capaces de tomar los caminos estratégicos que mitiguen este difícil trance que
nos está carcomiendo el espíritu y la ilusión, con unos ojos mucho mas
conscientes de las dificultades que en conjunto padecemos.
Sabemos y por fortuna conocemos a
algunos empresarios que en el límite de sus posibilidades económicas y sociales
van a buscar sensibles reducciones de precios, atractivas promociones de
ventas, ágiles y más baratos mecanismos de distribución, y expeditos mecanismos
de comunicación de sus productos que contribuyan a reducir sus costos, entre
otras acciones de marketing. También esperamos que las decisiones oficiales
consideren la dimensión de las circunstancias que vivimos sobre todo cuando de
incremento de tributos se trata. Todas ellas en función de una demanda
contraída y lastimada que reclama un tratamiento más de acuerdo con la realidad
recesiva que aún estamos viviendo.
Nada de malo
tendría dejar un poco de lado nuestros claros tintes de egoísmo clasista para
transformarlos en alientos esperanzadores de unas mañanas menos tristes para
una buena parte de la población. Por el contrario, sobrarían las sonrisas y el
agradecimiento de millones de personas llenas de las tercas ilusiones a las que
se resisten a renunciar.
Sabemos que a pesar del eco que
pueda tener esta propuesta muchos continuarán dejándose encandilar por la
potencia de los rayos que el poder del dinero ejerce sobre nosotros en el
inmediato futuro, pero también suponemos que habrá otros, ojalá muchos, que
darán lo mejor de sí para asimilar este nuevo horizonte para el que
culturalmente no estamos preparados puesto que nos pesa la cotidianidad, el día
a día, el hoy y poco o nada el mañana. Sencillamente nos resistimos a renunciar
a nuestro sagrado de soñar así sea con los ojos abiertos y a plena luz del día.
ALFILER:
Es increible la desvergonzada forma como algunos partidos políticos han
torpedeado el proceso de consolidación del proceso de paz que se ha venido
gestando en el país desde la desmovilización de las FARC. Es inadmisible que
por cálculos electorales se echen por la borda las esperanzas de una buena
parte de la población que ha padecido las inclemencias de la guerra. ¡Qué
miserableza humana! ¿A dónde iremos a parar con esta caterva de dirigentes
políticos que solo piensan en sí mismos y en los intereses de los de su propia clase
social o económica?
Instagram:
dagobertoparamo
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