Sin lugar a dudas una de las prácticas comerciales de mayor uso en la tradición colombiana la constituye la conmemoración de una serie de “días especiales” que involucran a particulares personajes de la vida familiar y social. A la luz de un “profundo” sentimiento de reconocimiento al amor filial o pasional, o al actuar público o profesional, se ha vuelto una costumbre la de celebrar “el día de...” por hacer referencia a alguna persona que se lo “merece” en nuestra sociedad.De esa manera, la madre, el padre, los esposos, los novios, los niños, los amigos, los ingenieros, los arquitectos, los médicos, las secretarias, los contadores, y los maestros por ejemplo, se han ganado un estatus que de acuerdo con nuestra cultura debe ser debidamente recompensado.
Recompensa que más allá de los más profundos e íntimos anhelos de bienestar que se les debe desear para que tengan éxito en la vida, “deben” estar acompañados de algún regalo, un detalle, y por supuesto, valorado de acuerdo con la cercanía y la posición social del homenajeado.
Así, hemos traducido nuestros “sentimientos y afectos” en utensilios de cocina, camisas, corbatas, libros, lapiceros, agendas, perfumes, cadenas, relojes, manillas, aretes, flores, y cuanto objeto socialmente nos ayude a quedar mejor ante el prójimo más cercano, a mostrar nuestro lado más sensible y tierno, a aceptar una regla social que no nos haga ver como “tacaños” o “faltos de detalles”.
El incentivo comercial y social de este tipo de conmemoraciones ha sido de tal naturaleza que ahora ya no tenemos un día de la madre, del padre, o del niño, como nos correspondió a muchos, sino que ahora el “sentimiento” se ha alargado al “mes de la madre”, al “mes del padre”, al “mes del niño”. Tiempo durante el cual debe hacérsele el debido reconocimiento a esos seres queridos que tanto amamos con el correspondiente “regalito” obviamente, a no ser que se esté dispuesto al escarnio público.
Y en esto el marketing colombiano sí que se ha beneficiado enormemente, concibiendo e implementando agresivos planes de promoción y venta de productos que son una “verdadera y genuina” expresión de amor. Bajo esta perspectiva, muchos estrategas se han concentrado en establecer cuidadosas asociaciones mentales entre sus productos y la cantidad de afecto que se le profesa a quien se le entrega el producto (bien o servicio). Situación bastante aún más compleja cuando estas asociaciones se hacen con el ofrecimiento de regalos, -utensilios o artículos- que “esclavizan” más a quien lo recibe, como sucede con las madres a quienes sus hijos les dan ollas, licuadoras, vajillas, planchas, y todo tipo de productos que las atan más a su tradicional labor en el interior del hogar. Y todo tasado con el precio pagado por cada regalo obsequiado.
En ese sentido, aquellos productos de mayor precio, parecieran estar expresando mayor cariño, mayor reconocimiento, mayor agradecimiento, mientras quienes no disponen de suficientes recursos económicos parecieran no amar tanto a los suyos, a sus más cercanos.
De esta forma esta práctica comercial ha venido cambiando de manera sustancial de ser transmisor de un sentimiento para convertirse más en un instrumento de discriminación social y de diferencias de clase. Los sentimientos y el amor parecieran comenzar a tener precio, convirtiendo los productos en verdaderos comunicadores de un valor humanitario que pretende decirle a cada quien lo mucho que le importa.
Y todo ello como si los afectos solo debieran hacerse sentir y comunicar solamente en un día -o incluso en un mes-, olvidándose que es a través de la cotidianidad y las constantes manifestaciones como se puede estar cerca de un familiar, de un amigo de un profesional, o de un colaborador.
Afortunadamente, aún perduran en el interior de muchos círculos sociales en Colombia otras expresiones de cariño convertidas en un abrazo, en un beso, en una flor, o en una simple expresión ya no de un día sino de cada hora, de cada minuto, de cada segundo. No se trata, como muchas veces sucede, de construir un infierno a lo largo de la mayor parte del tiempo para “cambiarlo” por un solo instante, sino que debiera crearse y conservarse un paraíso cada vez que respiremos.
Y para ello, los estrategas de mercadeo deberían estudiar, analizar y comprender más profundamente el alma humana y su particular forma de proyectarse en cada regalo que se ofrecen. Un marketing de acuerdo con lo profundamente humano y sentimental debiera conducir cada estrategia de mercadeo concebido para estos “días” o “meses” especiales.
ALFILER: Solo nos faltaba que la policía colombiana mate campesinos indefensos e inermes. Lo de Tumaco es inaceptable y repudiable. No tiene justificación alguna. ¿Hasta dónde hemos llegado? ¿Hasta cuándo seguiremos con este espiral de violencia que nos ha caracterizado en contra de la población civil? ¿Es que no podemos vivir en paz, al menos desde la perspectiva de las fuerzar armadas colombianas? ¡Por favor! ¡No más abusos!
Instagram: dagobertoparamo
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