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A PROPÓSITO DE LAS ENCUESTAS. Dagoberto Páramo Morales


Imposible sustraerse de la gran controversia que siguen suscitando los resultados de las encuestas electorales. El peso que ellas han tenido en los diferentes órdenes de la vida nacional ha sido enorme, tal vez mucho más de lo que la gente jamás imaginó. Ha sido tal el impacto que todas las campañas se ven “obligadas” a cambiar sus estrategias iniciales, siempre tratando de darle gusto a sus potenciales electores, aunque paradójicamente ninguna de las encuestas aborda la compleja problemática que vivimos. Predomina la superficialidad. Todas se limitan a medir la intención de voto y en mucha menor proporción a indagar de manera muy general las principales preocupaciones de los encuestados, pero sin profundizar en los factores que pueden incidir en su decisión.
El debate de la validez de las encuestas se ha quedado en lo más superficial, sin cuestionar los asuntos de fondo que son los que sirven para explicar la gran disparidad de cifras. No obstante los múltiples argumentos planteados, ninguno aborda el asunto de fondo. Algunos “analistas” que se autodenominan “expertos”, llevan el debate al plano de la anécdota, al de la futurología, o peor, al de la especulación. Otros, simplemente creen en ellas como un acto de fe y de ciega obediencia a los paradigmas cuantitativos predominantes. Ninguno de ellos tiene la preparación para profundizar en los elementos técnicos -científicos- involucrados en la manipulación que hacen las encuestadoras de los resultados obtenidos. La ficha técnica de cada una de las encuestas desnuda las torvas intenciones que se ocultan detrás de la verborrea con la que quieren “descrestar calentanos”.
Ninguno de ellos pone sobre el tapete, -porque no le conviene, porque no sabe, o porque prefiere ignorar-, las deficiencias asociadas a la esencia científica del método. Nadie aborda los problemas de la muestra y su verdadera representatividad –cualitativa y cuantitativa-; ni los grados de error permitido y menos los niveles de confianza involucrados. No existe cuestionamiento alguno que nos haga reflexionar sobre la imposibilidad que tiene una encuesta de captar de manera simplista nuestra compleja realidad social.
Tampoco ninguno pone en tela de juicio la visión de mundo que, oculta tras las encuestas, sirve para justificar que “todo aquello que no se puede medir no existe”; estableciendo este principio como el dogma que debemos aceptar como verdad incuestionable. Menos aún existe alguien que admita otras formas de estudiar, analizar e interpretar la enmarañada realidad que aunque no proporcionan cifras, sí permiten dimensionar las verdaderas circunstancias del mercado electoral. Formas que por su carácter cualitativo permiten aprehender la realidad colombiana desde sus más profundas raíces.
Esta imposibilidad de captar la dinámica realidad social es la que explica, en parte, las distintas y a veces contradictorias estadísticas que presentan las empresas encuestadoras. Si esta realidad humana no fuese tan dinámica como lo es, las cifras presentadas por estas empresas encuestadoras siempre serían las mismas. No importaría la forma de abordarla porque al ser ésta una sola, bastaría tan solo con realizar una única medición para detectar la verdadera situación.
Ojalá algún día logremos entender que las encuestas electorales, más que medir lo que verdaderamente sucede, solo son un mecanismo para conducir y manipular la “opinión pública nacional” de acuerdo con los intereses políticos y económicos de quienes las contratan, discriminado al mismo tiempo, a algunos candidatos que parecieran no existir, marginándoseles, incluso de los debates convocados. La encuesta los invisibiliza, los discrimina y no los deja exponer de manera masiva sus propuestas políticas y electorales.
Y esto sucede en parte porque la gran masa de la población no tiene los suficientes elementos de juicio para descubrir las trampas y las triquiñuelas procedimentales a las que estos “sabios” de la estadística recurren para torcer la realidad electoral. Y lo peor es la falta de intervención de los organismos de control del Estado que, además de conformarse contemplando esta condenable práctica política, parecieran estimularla. Ojalá el debate se abriera y después de develar todo lo que estas encuestan ocultan, se abolieran o se establecieran mecanismos que las controle. Los innegables desaciertos que éstas han tenido en los comicios de los últimos años son suficiente evidencia para que se les limite su vulgar y descarada intención manipuladora.
Si siempre se equivocan, ¿por qué las siguen contratando y utilizando como verdades absolutas e irrefutables?   

ALFILER: ¿Qué dirán aquellos que condenaron la represión ejercida por el gobierno de Nicolás Maduro a sus encarnizados opositores, frente a los abusos de Mariano Rajoy a los independistas catalanes? ¿Es de suponer que ahora harán un llamado a la “comunidad internacional” para que deslegitime al gobierno español? ¿O es que los desmanes gubernamentales se aceptan o se condenan por el color de la ideología y no por el abuso de poder de unos y otros?


http://dontamalio.com/columnistas/dagoberto-p-ramo-morales/prop-sito-de-las-encuestas-electorales
Instagram: dagobertoparamo


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