Se encuentran por todos lados y en todos los estratos sociales. Pululan
por doquier aquellos lugares donde el amor clandestino ya sea entre parejas de
novios, de casados, o de amantes furtivos se profesa sin tapujos y sin mejillas
sonrojadas. Se acabaron aquellos tiempos en los que estos “nidos de amor” se hallaban a las afueras de las ciudades para que
las parejas pudieran esconderse de las miradas acusadoras.
Ahora se les ve casi en todas partes. En la mitad, incluso de ciertas
zonas residenciales, existen algunos de estos sitios camuflados entre
sospechosos arbustos, donde pareciera que la “maleza” se tragara a los “desprevenidos”
transeúntes al menor descuido. Ni qué decir de aquellos lugares donde
abiertamente se prometen los más inimaginados goces y placeres a través de la
oferta de luces de colores, pequeñas “discotecas”
con aire acondicionado y lector de discos compactos, licores nacionales e
importados, saunas, baños turcos, aparatos especiales y toda suerte de
circunstancias y situaciones donde sus visitantes pueden dar rienda suelta a
sus fogosidades “escondidas” por la
presión que la sociedad ejerce sobre sus quereres y desamores.
Con los nombres más exóticos, puede encontrarse desde un cuarto de “mala muerte” donde bajo la sombra de
lánguidos bombillos las parejas desfogan sus ímpetus, hasta pequeños “palacios” en los que el sonido, el baño
de puertas transparentes, los espejos, las camas redondas y las luces tenues
incitan al desenfreno. Los hay también para todos los bolsillos y condiciones
sociales. Para quienes pueden ingresar con sus carros propios, para quienes lo
hacen en taxi, o para quienes lo hacen a pie.
De esa manera y cada vez con mayor soltura, el marketing ha tomado
ventaja de esta tendencia que el entorno nacional le ofrece como una nada
despreciable oportunidad para concebir y desarrollar una serie de estrategias y
programas para satisfacer a sus visitantes, ocasionales o repetitivos de
acuerdo con las características de cada segmento de mercado. Por ejemplo, todo
tipo de promociones se ofrecen para aumentar el consumo, ya sea “regalando” horas de estadía por la misma
tarifa o haciendo descuentos en ocasiones especiales que la sociedad celebra en
días determinados.
Así, se han aplicado algunos de los postulados que tipifican al
marketing de servicios fundamentándose principalmente en la discrecionalidad,
como uno de sus elementos diferenciadores, dado que a pesar de la apertura que
al respecto se ha tenido en Colombia, casi nadie quiere ser visto en estos
lugares.
La información respecto a la oferta diferenciadora del lugar se entrega
en las esquinas de forma casi encubierta y el proceso del servicio se
desarrolla casi sin relación alguna entre organización y cliente.
Por ello, su diseño arquitectónico está hecho de tal manera que reduzca
al máximo los contactos físicos entre visitantes y empleados. Desde la llegada
hasta la salida, la recepción y la despedida, se hace a través de accesos
directos a los “cuartos” o mediante
pequeñas puertas que “comunican” a
unos y otros ya sea para recibir los pedidos o para pagar la cuenta.
A estos empleados se les entrena y se les prepara para que vean pero no miren,
atiendan de manera oportuna y ágil pero sin observar el rostro de los
visitantes sobre todo el de las mujeres acompañantes, y para que “olviden” rostros y vehículos, cuerpos y
vestimentas. Todo un esfuerzo de marketing alrededor del silencio “cómplice”, del “placer clandestino”, que ha proliferado en el país a pesar de los
gritos de muchos sectores de la sociedad.
Cuánto han cambiado los tiempos, dirían las madres y las abuelas más
tradicionales sumidas en el recuerdo de sus relaciones prematrimoniales. Y por
supuesto que los cambios han llegado y hasta el amor ahora tiene precio y eso
sí que lo saben bien los propietarios de estos lugares donde ahora hasta
cuartos múltiples se ofrecen a petición de sus clientes, según dicen. El límite
solo lo marca la imaginación y el arrojo de consumidores y empresarios.
ALFILER: ¿De cuándo acá una persona es
“grande” porque la ley lo obliga a rectificar una calumnia y una falsa
acusación?. ¿Será “grande” cuando solo lo hace de manera formal y en escasos
segundos mientras utiliza más de cuatro minutos para ratificar las acusaciones de
las que un juez lo ha obligado a retractarse?. Ay Álvaro Uribe… ¿hasta cuándo?.
Instagram : dagobertoparamo
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