I ndependientemente de la posición que se asuma frente a la invasión del espacio público y a la inevitable presencia de muchos colombianos quienes han hecho del “rebusque” su única fuente de ingresos, los edificios públicos, ciertas instituciones educativas y la mayor parte de los escenarios deportivos, se han transformado en unos verdaderos “centros comerciales” donde se expende prácticamente todo tipo de productos. La efervescencia que se percibe en estos circunstanciales y a veces temporales mercados donde pareciera que el mundo anda más rápido y al ritmo de gritos y estruendosas vociferaciones, es sin lugar a dudas, una manifestación más de ese marketing a la colombiana que muchos insisten en no ver por más que las evidencias los atropellen. El ajetreo que se vive en estos espacios sometidos a las inclemencias del clima y a las bruscas oscilaciones de la temperatura tiene unas connotaciones sociales y comerciales bastante particulares que bien merecen una especial reflexión.
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