Aceptando
que el marketing es un proceso social en el cual el estudio, análisis e
interpretación del entorno es el componente determinante del éxito
organizacional, la información se convierte en el insumo básico para tomar
decisiones acertadas. Así, la búsqueda y posterior comprensión de los datos
obtenidos de las diferentes fuentes que proveen dicha información, se ha
transformado en una de las más cruciales actividades que distinguen a las
empresas exitosas de aquellas que, aunque no se crea, siguen decidiendo a
ciegas, sin horizontes claros y jugando a las adivinanzas y a la suerte. De
esta manera, el conocimiento y manejo de la información relacionada con la
estructura del mercado a atender o que se esté atendiendo y la mecánica de su
funcionamiento ha sido, sin duda, una de las más claras fuentes de ventajas
competitivas que muchas organizaciones han sabido aprovechar con oportunidad y
eficiencia.
No
obstante esta inocultable realidad que prevalece alrededor del mundo y que ha
permitido consolidar un sector empresarial fuerte y competitivo en cada país en
el que Estado y los gobiernos de turno han destinado ingentes esfuerzos para
construir un sistema de información nacional eficiente, en Colombia pareciéramos
destinados a comprender nuestras realidades a punta de olfato y de
premonitorios presentimientos. Es tan débil, ineficiente, y en algunos casos
prácticamente inexistente estructura informativa nacional, que muchos
empresarios se han visto obligados a tomar decisiones con datos incompletos,
inexactos, confusos, y sobre todo inverosímiles. Como consecuencia, las
equivocaciones y los errores cometidos en las estrategias emprendidas y los
programas de mercadeo ejecutados, han incidido en la pérdida de competitividad
nacional e internacional. No son pocos los casos en los que los empresarios van
en contravía de lo que el mercado demanda, sobre todo porque ellos mismos
tampoco han podido comprender el verdadero valor que la información tiene, sea
que ésta provenga de investigaciones realizadas por las instituciones
gubernamentales o por organizaciones privadas interesadas en aportar al
desarrollo económico nacional. Y menos aún cuando tampoco han destinado recursos
para recopilar y analizar su propia información directamente relacionada con el
sector y el segmento de mercado con el cual quieren realizar intercambios de
intercambio beneficio mutuo.
El
panorama, pues, frente a la disponibilidad y adecuada utilización de la
información es preocupante, pero lo es aún más cuando desde las más altas
esferas del gobierno se contribuye de manera abierta, y a veces descarada, a
llenar el ambiente de datos inconexos, fragmentarios, confusos y hasta
mentirosos, respecto a los más impactantes factores de la economía nacional.
Para nadie es un secreto las protuberantes inconsistencias que alrededor de las
cifras del DANE se han podido detectar. No solamente éstas han sido ampliamente
cuestionadas por vastas capas de la población, sino que al estarse dando a
conocer a cuenta gotas, ello ha contribuido a incrementar la generalizada desconfianza
en relación con su veracidad y precisión, pero sobre todo por el uso político
que de tales cifras se ha venido haciendo recientemente.
Tras
de supuestos refinamientos y ajustes metodológicos, se han logrado torcer las
tendencias prevalecientes por décadas a lo largo y ancho del país. Por cuenta
de estos “novedosos ajustes
estructurales”, todos los indicadores que han sido históricamente negativos,
casi por arte de magia, han dejado de serlo (desempleo, pérdida del poder
adquisitivo real de los salarios, inflación) y los que han sido positivos se
han mejorado de forma sustancial (crecimiento de la economía). Así, el
horizonte colombiano pareciera despejarse de manera “incuestionablemente” positiva, como si viviéramos en un país
distinto, encandilados por el brillo de los “nunca
antes visto”, de los “por primera vez
en la historia”, como si la memoria se nos hubiera extraviado en la
historia del tiempo.
Y
ni qué decir de la abusiva manipulación que se hace de la información por buena
parte de de los medios de información y comunicación, en los que predomina el
sensacionalismo, el amarillismo y los intereses de grupo.
Como
puede verse, el panorama informativo colombiano no solo es complejo, sino sobre
todo turbio y falaz. Ojalá algún día, desde los diferentes ángulos en los que se
genera y transmite tal información, se pueda entender el enorme daño que se
hace a las empresas que confiadas en dichos datos se aventuran a tomar
decisiones con las que no solamente arriesgan su capital, sino que ponen en
juego el futuro de la economía nacional con las trágicas consecuencias que ello
trae para el deteriorado tejido social en el que vivimos.
ALFILER: ¿Habrá alguna
duda sobre quién, otra vez, es el responsable del más reciente fracaso de
nuestro amado Deportes Tolima?. El de siempre: el “senador” Camargo cuya visión
cortoplacista no lo abandona. ¿Contratar un técnico experimentado para
despedirlo cuando no lo puede manejar como una marioneta? ¡Qué miopía
empresarial!. Y ¿la afición?
http://dontamalio.com/columnistas/dagoberto-p-ramo-morales/informaci-n-y-marketing
dparamo@uninorte.edu.co, dagobertoparamo@gmail.com
-->
Comentarios
Publicar un comentario