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INFORMACIÓN Y MARKETING. Dagoberto Páramo Morales


Aceptando que el marketing es un proceso social en el cual el estudio, análisis e interpretación del entorno es el componente determinante del éxito organizacional, la información se convierte en el insumo básico para tomar decisiones acertadas. Así, la búsqueda y posterior comprensión de los datos obtenidos de las diferentes fuentes que proveen dicha información, se ha transformado en una de las más cruciales actividades que distinguen a las empresas exitosas de aquellas que, aunque no se crea, siguen decidiendo a ciegas, sin horizontes claros y jugando a las adivinanzas y a la suerte. De esta manera, el conocimiento y manejo de la información relacionada con la estructura del mercado a atender o que se esté atendiendo y la mecánica de su funcionamiento ha sido, sin duda, una de las más claras fuentes de ventajas competitivas que muchas organizaciones han sabido aprovechar con oportunidad y eficiencia.
No obstante esta inocultable realidad que prevalece alrededor del mundo y que ha permitido consolidar un sector empresarial fuerte y competitivo en cada país en el que Estado y los gobiernos de turno han destinado ingentes esfuerzos para construir un sistema de información nacional eficiente, en Colombia pareciéramos destinados a comprender nuestras realidades a punta de olfato y de premonitorios presentimientos. Es tan débil, ineficiente, y en algunos casos prácticamente inexistente estructura informativa nacional, que muchos empresarios se han visto obligados a tomar decisiones con datos incompletos, inexactos, confusos, y sobre todo inverosímiles. Como consecuencia, las equivocaciones y los errores cometidos en las estrategias emprendidas y los programas de mercadeo ejecutados, han incidido en la pérdida de competitividad nacional e internacional. No son pocos los casos en los que los empresarios van en contravía de lo que el mercado demanda, sobre todo porque ellos mismos tampoco han podido comprender el verdadero valor que la información tiene, sea que ésta provenga de investigaciones realizadas por las instituciones gubernamentales o por organizaciones privadas interesadas en aportar al desarrollo económico nacional. Y menos aún cuando tampoco han destinado recursos para recopilar y analizar su propia información directamente relacionada con el sector y el segmento de mercado con el cual quieren realizar intercambios de intercambio beneficio mutuo.
El panorama, pues, frente a la disponibilidad y adecuada utilización de la información es preocupante, pero lo es aún más cuando desde las más altas esferas del gobierno se contribuye de manera abierta, y a veces descarada, a llenar el ambiente de datos inconexos, fragmentarios, confusos y hasta mentirosos, respecto a los más impactantes factores de la economía nacional. Para nadie es un secreto las protuberantes inconsistencias que alrededor de las cifras del DANE se han podido detectar. No solamente éstas han sido ampliamente cuestionadas por vastas capas de la población, sino que al estarse dando a conocer a cuenta gotas, ello ha contribuido a incrementar la generalizada desconfianza en relación con su veracidad y precisión, pero sobre todo por el uso político que de tales cifras se ha venido haciendo recientemente.
Tras de supuestos refinamientos y ajustes metodológicos, se han logrado torcer las tendencias prevalecientes por décadas a lo largo y ancho del país. Por cuenta de estos “novedosos ajustes estructurales”, todos los indicadores que han sido históricamente negativos, casi por arte de magia, han dejado de serlo (desempleo, pérdida del poder adquisitivo real de los salarios, inflación) y los que han sido positivos se han mejorado de forma sustancial (crecimiento de la economía). Así, el horizonte colombiano pareciera despejarse de manera “incuestionablemente” positiva, como si viviéramos en un país distinto, encandilados por el brillo de los “nunca antes visto”, de los “por primera vez en la historia”, como si la memoria se nos hubiera extraviado en la historia del tiempo.
Y ni qué decir de la abusiva manipulación que se hace de la información por buena parte de de los medios de información y comunicación, en los que predomina el sensacionalismo, el amarillismo y los intereses de grupo.
Como puede verse, el panorama informativo colombiano no solo es complejo, sino sobre todo turbio y falaz. Ojalá algún día, desde los diferentes ángulos en los que se genera y transmite tal información, se pueda entender el enorme daño que se hace a las empresas que confiadas en dichos datos se aventuran a tomar decisiones con las que no solamente arriesgan su capital, sino que ponen en juego el futuro de la economía nacional con las trágicas consecuencias que ello trae para el deteriorado tejido social en el que vivimos.

ALFILER: ¿Habrá alguna duda sobre quién, otra vez, es el responsable del más reciente fracaso de nuestro amado Deportes Tolima?. El de siempre: el “senador” Camargo cuya visión cortoplacista no lo abandona. ¿Contratar un técnico experimentado para despedirlo cuando no lo puede manejar como una marioneta? ¡Qué miopía empresarial!. Y ¿la afición?


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