Tal vez nunca antes, conformar una estrategia y un paquete de programas de marketing para mercadear las regiones, los departamentos y las ciudades que los conforman, había estado tan presente en el imaginario colectivo de la ciudadanía. Quizá las promesas de campaña tan ampliamente pregonadas en todas las elecciones sean las que en mayor medida han contribuido a ese estado de euforia esperanzadora que por momentos se vive en los diferentes rincones del país, sobre todo en estos aciagos tiempos por los que estamos atravesando como nacionalidad.
A partir de esa suerte de cantera de anhelos contenidos y frustrados a lo largo de la historia reciente, se nos impone la obligación intelectual de señalar algunos puntos claves que desde la fundamentación del marketing de localidades pueden ayudar a construir el sueño futuro de las próximas generaciones.
Primero que todo es necesario dimensionar los compromisos y responsabilidades que significa concebir e implementar la esencia del “marketing de región” que busca atraer inversionistas y turistas nacionales e internacionales. El arribo de nuevos capitales contribuirá no solo a generar nuevos puestos de trabajo con las consabidas consecuencias que ello trae implícitamente, sino que el recaudo de impuestos pagados por estas nuevas unidades productivas aumentan las posibilidades de ampliar la cobertura de muchos programas sociales a emprender.
El incremento de turistas permitirá no únicamente hacer que este sector de la economía se fortalezca sino que los efectos positivos que reciben de forma indirecta los demás sectores están suficientemente demostrados en otras latitudes del planeta, amén de los posibles ingresos que se pueden obtener por la visita que ellos hagan a determinados sitios turísticos habilitados para ello.
Estas particulares complejidades exigen, por supuesto, la participación ordenada y estructurada de diferentes agentes y fuerzas sociales que apoyen el proceso desde sus particulares situaciones a fin de que los esfuerzos confluyan de forma racional y oportuna. Tales agentes han sido, de acuerdo con la experiencia de otros lugares del mundo, el sector privado, la ciudadanía, la academia, y el Estado en sus diferentes niveles (nacional, regional, departamental, municipal).
Esta indispensable coordinación de fortalezas impone la conjunción de al menos cuatro criterios y condiciones para que el sendero a recorrer sea menos traumático, sobre todo teniendo en cuenta la experiencia acumulada de algunas instituciones que han debido “luchar contra la corriente”.
1. Voluntad política: Es claro que se requiere una decisión de claro contenido político –no politiquero- proveniente de los entes gubernamentales quienes pensando más en el beneficio colectivo se convierten en los aglutinadores principales del proceso. Ello demanda recursos de todo tipo que deberán ser debidamente presupuestados a fin de atender las exigentes demandas que requiere la transformación de una región en su infraestructura básica de operación.
2. Criterios técnicos: En concordancia con esta voluntad política, cada una de las decisiones estratégicas y operativas a implementar debe ser consultada con la realidad sobre la base de exhaustivas y rigurosas investigaciones que den cuenta de las verdaderas circunstancias de la región en sí misma y con respecto a sus potenciales y actuales competidores.
3. Participación ciudadana: Además de ser consultada respecto a sus propias realidades que arrojen luces sobre la estrategia para ser persuadida, debe conquistársele y proporcionársele los medios para que tome parte activa en el proceso de cambio social y mental que implica un nuevo esquema de desarrollo regional.
4. Amplia comunicación: El nuevo horizonte debe ser incorporado a la vida cotidiana en todas las perspectivas posibles. Los claustros educativos y todas las instituciones sociales con las que el ciudadano tenga contacto deben ser objeto de un permanente “bombardeo” de información que despierte la conciencia y la responsabilidad que cada habitante tiene con su región.
Como puede verse el reto es enorme y de grandes compromisos individuales, sociales e institucionales, sobre todo porque la tradición no nos ayuda dadas las tan negativas experiencias que a lo largo y ancho del país se han tenido. El deber es de todos, la historia nos llama y es tarea de cada uno de nosotros tomar nuestra propia decisión que esperamos sea en función de lo colectivo, de lo que a todos nos pertenece, de la comunidad, de la región. El debate está abierto y las ganas de aportar al rojo vivo.
dparamo@uninorte.edu.co
A partir de esa suerte de cantera de anhelos contenidos y frustrados a lo largo de la historia reciente, se nos impone la obligación intelectual de señalar algunos puntos claves que desde la fundamentación del marketing de localidades pueden ayudar a construir el sueño futuro de las próximas generaciones.
Primero que todo es necesario dimensionar los compromisos y responsabilidades que significa concebir e implementar la esencia del “marketing de región” que busca atraer inversionistas y turistas nacionales e internacionales. El arribo de nuevos capitales contribuirá no solo a generar nuevos puestos de trabajo con las consabidas consecuencias que ello trae implícitamente, sino que el recaudo de impuestos pagados por estas nuevas unidades productivas aumentan las posibilidades de ampliar la cobertura de muchos programas sociales a emprender.
El incremento de turistas permitirá no únicamente hacer que este sector de la economía se fortalezca sino que los efectos positivos que reciben de forma indirecta los demás sectores están suficientemente demostrados en otras latitudes del planeta, amén de los posibles ingresos que se pueden obtener por la visita que ellos hagan a determinados sitios turísticos habilitados para ello.
Estas particulares complejidades exigen, por supuesto, la participación ordenada y estructurada de diferentes agentes y fuerzas sociales que apoyen el proceso desde sus particulares situaciones a fin de que los esfuerzos confluyan de forma racional y oportuna. Tales agentes han sido, de acuerdo con la experiencia de otros lugares del mundo, el sector privado, la ciudadanía, la academia, y el Estado en sus diferentes niveles (nacional, regional, departamental, municipal).
Esta indispensable coordinación de fortalezas impone la conjunción de al menos cuatro criterios y condiciones para que el sendero a recorrer sea menos traumático, sobre todo teniendo en cuenta la experiencia acumulada de algunas instituciones que han debido “luchar contra la corriente”.
1. Voluntad política: Es claro que se requiere una decisión de claro contenido político –no politiquero- proveniente de los entes gubernamentales quienes pensando más en el beneficio colectivo se convierten en los aglutinadores principales del proceso. Ello demanda recursos de todo tipo que deberán ser debidamente presupuestados a fin de atender las exigentes demandas que requiere la transformación de una región en su infraestructura básica de operación.
2. Criterios técnicos: En concordancia con esta voluntad política, cada una de las decisiones estratégicas y operativas a implementar debe ser consultada con la realidad sobre la base de exhaustivas y rigurosas investigaciones que den cuenta de las verdaderas circunstancias de la región en sí misma y con respecto a sus potenciales y actuales competidores.
3. Participación ciudadana: Además de ser consultada respecto a sus propias realidades que arrojen luces sobre la estrategia para ser persuadida, debe conquistársele y proporcionársele los medios para que tome parte activa en el proceso de cambio social y mental que implica un nuevo esquema de desarrollo regional.
4. Amplia comunicación: El nuevo horizonte debe ser incorporado a la vida cotidiana en todas las perspectivas posibles. Los claustros educativos y todas las instituciones sociales con las que el ciudadano tenga contacto deben ser objeto de un permanente “bombardeo” de información que despierte la conciencia y la responsabilidad que cada habitante tiene con su región.
Como puede verse el reto es enorme y de grandes compromisos individuales, sociales e institucionales, sobre todo porque la tradición no nos ayuda dadas las tan negativas experiencias que a lo largo y ancho del país se han tenido. El deber es de todos, la historia nos llama y es tarea de cada uno de nosotros tomar nuestra propia decisión que esperamos sea en función de lo colectivo, de lo que a todos nos pertenece, de la comunidad, de la región. El debate está abierto y las ganas de aportar al rojo vivo.
Dagoberto Páramo Morales
dparamo@uninorte.edu.co
Publicado en: http://www.unperiodismojoven.com/mercadeo.htm. Edición No. 46. Enero 5-12, 2009
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