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EL VOTO, EL PRECIO EN EL MERCADO ELECTORAL. Dagoberto Páramo Morales



Dentro de muy poco, la suerte estará echada. El plazo se terminará y todo lo hecho, hecho estará. Llegará el momento en el que no habrá tiempo para lamentaciones por lo que se hizo o se dejó de hacer. Llegará la hora de la verdad para todo el esfuerzo realizado. El conteo de los sufragios depositados en las urnas ubicadas en todos los rincones del país será el implacable medidor del verdadero impacto de las estrategias implementadas, de los aciertos comunicacionales de cada campaña electoral, de la calidad de las recomendaciones formuladas por “expertos” del marketing electoral y los “zorros” de la política colombiana, de la capacidad de persuasión del candidato y de su movimiento político por la justeza de su programa, de la imagen transmitida, del posicionamiento logrado en la mente de los miembros de cada uno de los diferentes segmentos de mercado involucrados.
Serán los electores quienes tendrán la última palabra. El balón estará del lado de los millones de colombianos quienes, se espera, estén a la altura de la histórica responsabilidad de llevar al congreso y a la presidencia del país a quienes de mejor manera sean capaces de representar sus anhelos, sus esperanzas, sus profundas desazones. El ingreso a la cancha tendrá un solo precio, el voto; el único con el cual el elector puede comprar el paquete de ideas promovidas por las opciones ofrecidas, por cierto no muy ricas en contenido pero sí llenas de “sólidos respaldos” de otros y de otras experiencias. La única arma de castigar a quienes no pudieron convencer, o el premio para quienes fueron escuchados y atendidos sus llamados.   
Y será ahí donde la decisión de cada ciudadano va a pesar como un piano cuya melodía se escuchará por los próximos cuatro años, sea que vote o no. Será en ese momento inédito de la política nacional por las múltiples opciones ideológicas ofrecidas cuando más se requerirá que si alguien decide votar lo haga a conciencia y pensando en el interés nacional, en el incierto rumbo que nos espera a partir de los hechos más recientes de la vida pública del país, en la edificación de un mañana donde impere la justicia y el equilibrio social, en la construcción de un espacio en el que quepan todos los ciudadanos, con sus diferencias, con sus formas distintas de ver el mundo, con sus propias limitaciones.
Por ello se espera, tal vez ilusamente, que cada elector que decida hacer valer su voto, lo haga con honestidad, sin esguinces, sin trampas, sin marrullerías a las que tanto se ha acostumbrado el país por cuenta de las “vivezas” a la que muchos le apuestan sin escrúpulo alguno. Por ello se sueña que cada consumidor electoral responda con pleno conocimiento de las consecuencias de sus actos y el impacto de su comportamiento frente a las urnas y no se deje arrastrar por tanto vicio criminal que parece haberse enquistado en las prácticas electorales colombianas. Por ello se anhela que cada ciudadano con derecho a ejercer su derecho a votar entienda que el sufragio es la única forma de adquirir productos electorales, sanos y transparentes. Por ello se aspira que los electores, apoyados en los postulados universales del marketing, no repitan la compra de productos que no han servido, así como se hace cuando se adquieren bienes y servicios que no cumplen su promesa de venta. Por ello se ambiciona que los productos a comprar no sean los mismos que en el pasado incumplieron sus prometidas expectativas, ya sea asegurando lo imposible con conocimiento de causa, ya sea engañando ingenuos y despistados, o ya sea mintiendo con cinismo y alevosía.
Ojalá así sea, para que después de esta particular contienda electoral no surjan los eternos lamentos, como siempre, de los errores cometidos. Las puertas están abiertas y como en un deslumbrante centro comercial donde las luces y los expertos del marketing ejercen toda su experiencia profesional, se espera que quien decida dejarse llevar por la emoción y el sentimiento de patria zurcida a punta de discursos sin fondo, vote por quien le parezca sea su mejor opción. Pero donde también se le de cabida a cuanto transeúnte decida recorrer sus brillantes pisos sin presionarlo a comprar bajo el cacareado argumento de negarle su derecho a no estar de acuerdo y en consecuencia se le respete su más íntima decisión de no acudir a las mesas electorales a escoger lo que no desea escoger, por convicción, por desidia, o simplemente por desconfianza de un sistema que mucho le promete y poco o nada le cumple, como históricamente ha sido la dolorosa experiencia.
Ejercer el voto sigue siendo un derecho con el cual el ciudadano elector decide no comprar las promesas que se le ofrecen, o, por el contrario, adquirir el paquete de esperanzas que los diferentes candidatos le venden a diario. El voto, es el medio de pago, con el cual el elector decide aceptar una oferta, o simplemente rechazar todas las que se le brinden.

ALFILER: Impresionan los niveles de agresión y de tirantez que se experimentan en las redes sociales a propósito de las futuras elecciones en el país. Los radicalismos y los dogmatismos han imposibilitado, o al menos obstaculizado, un debate de ideas y de propuestas que tanto necesitamos los colombianos. Se detacan las falsas noticias, las mentiras, los montajes y sobre todo el deliberado propósito de desprestigiar al contrincante recurriendo a los más ruines contenidos comunicacionales. Es deplorable el escenario en el que la libertad de expresión se ve constreñida por el temor al insulto y a la descalificación por el contrincante –o por sus fanáticos seguidores-, tan solo por expresar una opinión distinta. ¿Por qué será que los colombianos no hemos aprendido a respetar la diferencia y la posición del otro? ¿Estamos condenados a vivir en continua y permanente tensión con nuestros semejantes?. No puede ser.


http://dontamalio.com/columnistas/dagoberto-p-ramo-morales/el-voto-el-precio-en-el-mercado-electoral
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