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Criterios para aplicar el marketing territorial. Dagoberto Páramo Morales

 

Tal vez nunca antes, conformar una estrategia y un paquete de programas de marketing para mercadear una región y las ciudades que la conforman, había estado tan presente en el imaginario colectivo de la ciudadanía. Quizá las promesas de campaña tan ampliamente pregonadas por políticos y organizaciones sociales sean las que en mayor medida han contribuido a ese estado de euforia esperanzadora que por momentos se vive en los diferentes rincones de un país. Colombia no es la excepción. O, probablemente la experiencia vivida en otras latitudes haya estimulado la necesidad de encontrar caminos alternativos para reducir la inequidad y la justicia social y el marketing territorial puede ayudarnos, sin duda.
A partir de esa suerte de cantera de anhelos contenidos y frustrados a lo largo de la historia reciente y, empeñados como hemos estado en masificar los beneficios que trae consigo el marketing territorial, se nos impone la obligación intelectual de señalar algunos puntos claves que pueden ayudar a construir el sueño futuro de las próximas generaciones.
Primero que todo es necesario dimensionar los compromisos y responsabilidades que significa concebir e implementar la esencia del “marketing territorial -de región-” que busca atraer inversionistas y turistas nacionales e internacionales. El arribo de nuevos capitales contribuirá no solo a generar nuevos puestos de trabajo con las consabidas consecuencias que ello trae implícitamente, sino que los recaudos de impuestos pagados por estas nuevas unidades productivas aumentarán las posibilidades de ampliar la cobertura de muchos programas sociales a emprender. El incremento de turistas permitirá no únicamente hacer que este sector de la economía se fortalezca, sino que los efectos positivos que recibirán de forma indirecta los demás sectores, están suficientemente demostrados en otras regiones del planeta, amén de los posibles ingresos que se pueden obtener por la visita que ellos hagan a determinados sitios turísticos habilitados para ello.
Estas particulares complejidades exigen, por supuesto, la participación ordenada y estructurada de diferentes agentes y fuerzas sociales que apoyen el proceso desde sus particulares situaciones a fin de que los esfuerzos confluyan de forma racional y oportuna. Tales agentes han conformado, de acuerdo con experiencias positivas en otros lugares del mundo, el modelo PECA: sector privado, el Estado, la ciudadanía, y la academia, como base de la sumatoria consciente y decidida de esfuerzos de los diferentes sectores de una misma sociedad. Cada uno de estos componentes serán los pilares fundamentales de una misma mesa que todos deben empujar en una misma dirección: el bienestar colectivo.
Esta indispensable coordinación de fortalezas impone la conjunción de al menos cuatro criterios y condiciones para que el sendero a recorrer sea menos traumático, sobre todo teniendo en cuenta la experiencia acumulada de algunas instituciones que han debido “luchar contra la corriente”.
1)    Voluntad política: Es claro que se requiere una decisión de claro contenido político –no politiquero- proveniente de los entes gubernamentales quienes pensando más en el beneficio colectivo se conviertan en aglutinadores principales del proceso. Ello demanda recursos de todo tipo que deberán ser debidamente presupuestados a fin de atender las exigentes demandas que requiere la transformación de una región en su infraestructura básica de operación.
2)    Criterios técnicos: En concordancia con esta voluntad política, cada una de las decisiones estratégicas y operativas a implementar debe ser consultada con la realidad sobre la base de exhaustivas y rigurosas investigaciones que den cuenta de las verdaderas circunstancias de la región en sí misma y con respecto a sus potenciales y actuales competidores
3)    Participación ciudadana: Además de ser consultada respecto a sus propias realidades que arrojen luces sobre la estrategia para que ella misma sea persuadida, debe conquistársele y proporcionársele los medios para que tome parte activa en el proceso de cambio social y mental que implica un nuevo esquema de desarrollo regional.
4)    Amplia comunicación: El nuevo horizonte debe ser incorporado a la vida cotidiana en todas las perspectivas posibles. Los claustros educativos y todas las instituciones sociales con las que el ciudadano tenga contacto deben ser objeto de un permanente “bombardeo” de información que despierte la conciencia y la responsabilidad que cada habitante tiene con su región.
Como puede verse, el reto es enorme y de grandes compromisos individuales, sociales e institucionales, sobre todo porque la tradición no nos ayuda dadas las tan negativas experiencias que a lo largo y ancho del país se han tenido. El deber es de todos, la historia nos llama y es tarea de cada uno de nosotros tomar nuestra propia decisión que esperamos sea en función de lo colectivo, de lo que a todos nos pertenece, de la comunidad, de la región.
El debate está abierto y las ganas de aportar al rojo vivo.
¿Estaremos todos dispuestos a entregar parte de lo que nos corresponde? Algunos lo estamos, lo hemos estado y lo estaremos siempre.

ALFILER: Es tal la mezquindad de algunos sectores políticos que haciéndole caso a su miopía ideológica y a su rampante fanatismo, han querido invisibilizar los innegables beneficios de haber silenciado casi siete mil armas como resultado del proceso de paz.



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