Tal vez
nunca antes, conformar una estrategia y un paquete de programas de marketing
para mercadear una región y las ciudades que la conforman, había estado tan
presente en el imaginario colectivo de la ciudadanía. Quizá las promesas de
campaña tan ampliamente pregonadas por políticos y organizaciones sociales sean
las que en mayor medida han contribuido a ese estado de euforia esperanzadora
que por momentos se vive en los diferentes rincones de un país. Colombia no es
la excepción. O, probablemente la experiencia vivida en otras latitudes haya
estimulado la necesidad de encontrar caminos alternativos para reducir la
inequidad y la justicia social y el marketing territorial puede ayudarnos, sin
duda.
A partir de
esa suerte de cantera de anhelos contenidos y frustrados a lo largo de la
historia reciente y, empeñados como hemos estado en masificar los beneficios
que trae consigo el marketing territorial, se nos impone la obligación intelectual
de señalar algunos puntos claves que pueden ayudar a construir el sueño futuro
de las próximas generaciones.
Primero que
todo es necesario dimensionar los compromisos y responsabilidades que significa
concebir e implementar la esencia del “marketing
territorial -de región-” que busca atraer inversionistas y turistas
nacionales e internacionales. El arribo de nuevos capitales contribuirá no solo
a generar nuevos puestos de trabajo con las consabidas consecuencias que ello
trae implícitamente, sino que los recaudos de impuestos pagados por estas
nuevas unidades productivas aumentarán las posibilidades de ampliar la
cobertura de muchos programas sociales a emprender. El incremento de turistas
permitirá no únicamente hacer que este sector de la economía se fortalezca,
sino que los efectos positivos que recibirán de forma indirecta los demás
sectores, están suficientemente demostrados en otras regiones del planeta, amén
de los posibles ingresos que se pueden obtener por la visita que ellos hagan a
determinados sitios turísticos habilitados para ello.
Estas
particulares complejidades exigen, por supuesto, la participación ordenada y
estructurada de diferentes agentes y fuerzas sociales que apoyen el proceso
desde sus particulares situaciones a fin de que los esfuerzos confluyan de
forma racional y oportuna. Tales agentes han conformado, de acuerdo con experiencias
positivas en otros lugares del mundo, el modelo PECA: sector privado, el Estado, la
ciudadanía, y la academia, como
base de la sumatoria consciente y decidida de esfuerzos de los diferentes
sectores de una misma sociedad. Cada uno de estos componentes serán los pilares
fundamentales de una misma mesa que todos deben empujar en una misma dirección:
el bienestar colectivo.
Esta
indispensable coordinación de fortalezas impone la conjunción de al menos cuatro
criterios y condiciones para que el sendero a recorrer sea menos traumático,
sobre todo teniendo en cuenta la experiencia acumulada de algunas instituciones
que han debido “luchar contra la
corriente”.
1) Voluntad política:
Es claro que se requiere una decisión de claro contenido político –no
politiquero- proveniente de los entes gubernamentales quienes pensando más en
el beneficio colectivo se conviertan en aglutinadores principales del proceso.
Ello demanda recursos de todo tipo que deberán ser debidamente presupuestados a
fin de atender las exigentes demandas que requiere la transformación de una
región en su infraestructura básica de operación.
2) Criterios técnicos:
En concordancia con esta voluntad política, cada una de las decisiones
estratégicas y operativas a implementar debe ser consultada con la realidad
sobre la base de exhaustivas y rigurosas investigaciones que den cuenta de las
verdaderas circunstancias de la región en sí misma y con respecto a sus
potenciales y actuales competidores
3) Participación ciudadana: Además
de ser consultada respecto a sus propias realidades que arrojen luces sobre la
estrategia para que ella misma sea persuadida, debe conquistársele y
proporcionársele los medios para que tome parte activa en el proceso de cambio
social y mental que implica un nuevo esquema de desarrollo regional.
4) Amplia comunicación: El
nuevo horizonte debe ser incorporado a la vida cotidiana en todas las
perspectivas posibles. Los claustros educativos y todas las instituciones
sociales con las que el ciudadano tenga contacto deben ser objeto de un
permanente “bombardeo” de información
que despierte la conciencia y la responsabilidad que cada habitante tiene con
su región.
Como puede
verse, el reto es enorme y de grandes compromisos individuales, sociales e
institucionales, sobre todo porque la tradición no nos ayuda dadas las tan
negativas experiencias que a lo largo y ancho del país se han tenido. El deber
es de todos, la historia nos llama y es tarea de cada uno de nosotros tomar
nuestra propia decisión que esperamos sea en función de lo colectivo, de lo que
a todos nos pertenece, de la comunidad, de la región.
El debate
está abierto y las ganas de aportar al rojo vivo.
¿Estaremos
todos dispuestos a entregar parte de lo que nos corresponde? Algunos lo
estamos, lo hemos estado y lo estaremos siempre.
ALFILER:
Es tal la mezquindad de algunos sectores políticos que haciéndole caso a su
miopía ideológica y a su rampante fanatismo, han querido invisibilizar los innegables
beneficios de haber silenciado casi siete mil armas como resultado del proceso
de paz.
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