Aceptando que una marca territorial –regional,
departamental- se encuentra íntimamente asociada a la imagen que se ha ido
construyendo a lo largo de su propia historia y la de los agentes que de manera
directa o indirecta contribuyen a ella, se hace necesario reflexionar sobre lo
que ha pasado con parte del periodismo tolimense y su impacto en el imaginario
local y nacional.
La imagen, como se sabe, es la representación mental
que una persona o un grupo tiene sobre algún objeto, persona, institución, lugar,
ciudad o región. Esta representación, entendida como una interpretación de hechos reales o
ficticios, se obtiene a través de procesos piscológicos –individuales o
colectivos- de percepción de las señales emitidas sea desde adentro o sea desde
fuera del fenómeno en consideración.
La imagen, entonces, no nace, se construye a lo largo
del tiempo. Y dependiendo de la imagen que se tenga de algo, se actúa: se
rechaza o se acepta, se promueve o se ataca.
Bajo esta perspectiva es que debe entenderse el papel
que hemos jugado todos en la creación y difusión de la imagen que de los
tolimenses se tiene en el país y en el mundo. Todos, quienes de una u otra manera
tenemos una relación –estrecha o distante- con el Tolima y nuestra “capital
musical” hemos contribuido a la imagen que de nosotros se tiene actualmente.
Sin duda la imagen del tolimense se ha venido formando
como producto de las acciones que se han emprendido desde adentro y desde
afuera pero sobre todo como resultado de la comunicación que se ha tenido con
los públicos que han rodeado la existencia de nuestra región.
Es por ello por lo que se hace inexplicable la actitud
que han tenido muchos periodistas en el desarrollo de su trabajo. Cuando no
exacerban los hechos más negativos que en toda sociedad acontecen, entonces
ocultan los más positivos que podrían fortalecer nuestras raíces y nuestra
propia identidad.
Pero, sin duda, los periodistas que más hay que llamar
a una profunda y juiciosa reflexión son aquellos que de manera directa o
indirecta han mantenido relación con el poder, sea en las 47 alcaldías y sus
respectivos concejos municipales o en la gobernación del Tolima y su Asamblea
de Diputados.
Cuesta trabajo entender el mensaje que estos
“periodistas” quieren enviar al presentar sus informes “objetivos” en los que
o, se ensalza al gobernante o, simplemente –sin investigación alguna- se le
condena. Y todo porque, en muchos casos, el gobernante les ha otorgado –o no-
algún tipo de contrato que los convierte en parlantes gratuitos de sus “obras
de gobierno” o en su defecto, en simples enterradores de la imagen del
mandatario.
Lo más doloroso es que muchos de ellos ni siquiera son
conscientes del efecto que sus acciones produce en el imaginario colectivo que
se va creando en el conjunto de la sociedad. Por cuenta de estos periodistas –si
lo son- los tolimeses somos vistos no como lo que somos sino como lo que ellos
han querido que seamos.
Desde fuera del Tolima pero con el gran sentimiento
tolimensista que tenemos no alcanzamos a entender el contenido de las noticias
que cada día se emiten en periódicos impresos, en estaciones radiales, en
noticieros de televisión local o en portales virtuales sin mayor investigación,
ni confrontación de fuentes. No es la noticia la que se quiere transmitir, es
un odio visceral que se percibe no solo en sus palabras sino sobre todo en sus
gestos y en el tono de sus voces. Se percibe inquina, sesgo ideológico,
revanchismo político, interés económico.
Es increíble pero en muchas ocasiones lo que se dice,
lo que se muestra, lo que se escribe como “primicias” parecieran más “chismes
de pasillo” y rencores acumulados que el resultado de un trabajo serio y
profesional que llegue a los verdaderos intríngulis que se esconden detrás del
poder. Es tal la saña que se tiene –sobre todo entre periodistas sin contratos
oficiales- que algunos son capaces de acabar con la honra de un funcionario tan
solo porque una “fuente” lo dice y en muchos casos sin siquiera consultar con
el mismo involucrado. Valdría la pena hacer un alto y mirar los pasos andados a
ver si podemos retomar el rumbo.
Es por ello por lo que hacemos un llamado a estos
profesionales de la comunicación a que nos unamos en torno a lo que nos acerca,
a que hagamos un trabajo conjunto, con limpieza y transparencia, para que
logremos revertir esta mala imagen que hemos venido adquiriendo en los últimos
tiempos. Para hacerlo necesitamos dimensionar que una “imagen pública”, según el
experto Víctor Gordoa, es “una percepción compartida por varios integrantes de
un conjunto, cuyos criterios se unifican” y se promueven en función de los
intereses colectivos. Trabajemos juntos. Unámonos. Para hacerlo con plena
convicción debemos considerar a) el efecto que han tenido los factores externos
sobre los internos, b) consideremos el veredicto cultural que hace la sociedad sobre nosotros e c) incluyamos los procesos de
comunicación en los que nos debemos involucrar todos.
Ojalá los periodistas nos ayudaran a alcanzar este
propósito colectivo y nos hicieran sentir orgullosos del papel que pueden jugar
y que han jugado desde su aparición a finales del siglo XIX y principios del
siglo XX cuando surgieron para servir de vasos comunicantes entre todos los
miembros de la sociedad colonial.
Desde aquí y desde donde quiera que estemos seguiremos
dispuestos a contribuir a hacer del Tolima un territorio lleno de sueños y
esperanzas por un mundo mejor. Amigos periodistas ayúdenos.
ALFILER: ¿Desde cuándo le debemos al delincuente
Orlando Arciniegas condenado a 36 años de cárcel por sus delitos contra los
ibaguereños para que ahora nos quiera cobrar el valor de sus fechorías?. ¿Desde
que de manera repentina se enfermó de apnea de sueño? ¡Por favor!
Dagoberto Páramo Morales
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