Indigna, por decir lo menos, la actitud asumida por algunos políticos colombianos –y algunos de sus seguidores- frente a la cultura y a algunas de sus manifestaciones ancestrales que como parte de nuestra inmensa diversidad cultural nos caracteriza. Por la razón que sea, es incomprensible lo que nos está sucediendo con estos personajes que sin mayor mérito han llegado a los altos puestos del Estado y desde allí se creen poseedores de la verdad, abrogándose el derecho de despreciar lo que somos, lo que hemos sido y lo que seremos por mucho tiempo más. Por más respetuoso y tolerante que se quiera ser, es difícil contenerse ante tamaña aberración expresada por el congresista del Centro Democrático, Carlos Felipe Mejía. Si no es fácil dimensionar el profundo desconocimiento de lo que es la cultura y lo que ella significa en la vida cotidiana de sus integrantes, –como lo exhibe este personaje público-, peor es pensar que lo hace por un obtuso dogmatismo político que galopa por sus venas
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